Senderos
No es Karma, solo Causa y Efecto | Juan Carlos Navarro
Era tan
espesa la penumbra que; a cada paso que daba tropezaba con alguna raíz de la
vegetación que nos rodeaba. A pesar de que esa caravana la componíamos; algo
así como quince personas, y habían voces, gritos y risas; era difícil caminar
por ahí; a razón del miedo que causa el desconocimiento de lo que no podemos
ver; a penas el halo de una pequeña lámpara de mano que llevaba el guía que
encabezaba la caravana era el único punto referencial casi intangible que nos hacía
caminar por aquel sendero.
No recuerdo
su nombre, pero era un señor de cabellos canos, de baja estatura, provisto de
un sentido del humor muy agudo y perspicaz y de mirada que denotaba mucha sapiencia,
esa que solo los años te dan, el siempre seguro de cada paso, de cada quiebre,
de cada desnivel o curva de aquel accidentado sendero, nos hacía caminar por
esa brecha que no sabíamos que nos traería más adelante. Mientras avanzaba
imitaba con gritos algunos sonidos de ese entorno de selva tropical; conocía cada
tramo de ese inhóspito sendero, incluso a razón de burla imitaba el gorjeo de
las aves endémicas de esa región, los cuales causaban a los más pequeños del
grupo, miedos, llantos y desesperación por querer salir de aquella oscuridad y
a los de más edad nos causaba risa y nos hacía transitar más amenamente ese
camino que por estar oscuro, causaba temores que soy muy naturales y son
consecuencia de nuestro sistema evolutivo.
El hecho
sorprendente para mí era: ¿Cómo alguien podía caminar con tanta seguridad por
aquella vereda?; lógicamente y según mi corto entendimiento todo radicaba en
los años que el señor había transitado por esos caminos; lo que me traía a consecuencia
otras preguntas: ¿Quién había trazado o diseñado aquel sendero?; ¿Por qué tenía
esas curvas caprichosas que se desenvolvían armónicamente con la topografía del
terreno?, ¿Desde cuándo se transitaba por ahí?, ¿Por qué, inclusive la
naturaleza, los arboles encapsulaban el sendero de tal forma que pareciera que transitábamos
por túneles hechos de follaje verde? …
Mientras yo divagaba
en tan confusos pensamientos; tropezaba cada vez más y más; con piedras y raíces
de árboles; hasta que decidí saciar mi sed de respuestas, alcanzando al viejo
de la lámpara de mano que encabezaba el grupo; en un descanso nos sentamos y le
pregunte todas las interrogantes que se agolpaban en mi cabeza y que inclusive
con la oscuridad parecían tener una textura, un brillo y una forma que no puedo
describir…
El respondió
con voz muy serena…
-
Mira muchacho; ¿no lo sé?; llevo algo así como
setenta y dos años viviendo y caminando por este sendero; sigue siendo prácticamente
el mismo; solamente ha sufrido algunas alteraciones; algunos atajos que
recortan el trayecto; pero que se vuelven a incorporar metros más adelante al
sendero original; han caído arboles; el rio les ha “comido” trozos; pero en esencia
sigue siendo el mismo; ¿Quién lo creó o construyó? – ¡No lo sé! ¿Desde cuándo
esta acá? – lo ignoro; pero desde que yo vivo acá lo he caminado
-
Muchacho, puedes creerme o no; pero cuando
camino solo por este sendero y el viento que resopla y hace tiritar las hojas y
las hace reír como cuando le haces cosquillas a un niño; me siento en este
mismo remanso, sobre esta misma piedra y me pongo a pensar en ello; eso solo
sucede “a veces” por qué en otras ocasiones me preocupan cosas más importante
como la cosecha o la alimentación de mis hijos, pero cuando las hojas juegan
con el viento y se ríen me pongo a pensar lo mismo que me preguntas y tengo
varias teorías que te contaré ahora mismo…
El Dios todo
poderoso
Quizá;… Dios nos bendijo con todo esto
y una de las explicaciones lógicas es que, él nos creó el trazo de este magnífico
sendero; el cual fue creado para seguirlo y para evitar muchas cosas como el
cansancio y los trayectos peligrosos, << ¡Dios todo lo puede!; me decía>>
y el a modo creo esto tan maravilloso con el simple objeto de que muchos
lleguen a sus casas o para que tú y yo en este preciso momento estemos
platicando… Y… si seguimos el camino que él nos dejó no tendremos por que pasar
ninguna situación adversa, a final de cuentas es el camino que Dios ha dejado
para nosotros.
La Inteligencia
Individual
Quizá;… alguien se le ocurrió la
inteligente idea de; que para llegar del punto A al punto B debería construirse
un sendero; para lo cual uso recursos de coordinación humana y organizo de esta
manera a grupos de colonos de la comunidad a caminar en fila india en tal y
cual sentido a diferentes horas del día durante varios meses para llegar al
cometido de tener este hermoso sendero… <<se ríe de forma sarcástica y me
dice a diente pelado>> ¡NO LO CREO!
El Orden
Espontaneo, los Osados y la necesidad
Quizá;… “y eso pasa más habitualmente de lo que pensamos”
Hay cosas que hacemos entre muchos sin darnos cuenta en ningún momento de que
las estamos haciendo y respecto de las cuales, lejos de sentirnos como autores
de estas; más bien nos sentimos como a su merced, como si fuesen ellas las que
nos controlaran subrepticiamente nuestra conducta; a esto se le llama Orden espontaneo, un orden desde el
cual, no hay detrás ninguna mente ordenadora, ni individual, ni colectiva. Es
evidente que nadie en particular se siente autor del sendero. En primer lugar
porque su contribución personal a este habrá sido muy pequeña, casi diríamos que
despreciable; y también, en segundo lugar porque nunca en ningún momento
alguien albergo con propósito firme el crear
o mantener conscientemente un sendero cuando pasaba por allí.
Cada individuo ; si sintiera algo, se sentiría
extraño ante un fenómeno que ha ido emergiendo como dotado de propia vida,
independiente de la voluntad de cuantos en realidad lo han ido creando; y que
parece, además ejercer un efecto
constrictor sobre su propia conducta. Con esto último quiero decir que cada
transeúnte se encuentra con la labor previa de eliminación efectuada por
aquellos que pasaron por allí antes que él, y eso le convida a aprovechar la
senda ya despejada (en lugar de atravesar por la espesa vegetación), con lo que
él estará también cooperando (sin percatarse en ningún momento de ello) a hacer
más fácil el tránsito por esa zona a los que vengan a continuación; contribuirá
también a invitarles a no apartarse del sendero, sino a aprovecharlo.
Una vez consolidado el sendero, tenderá
a persistir: pues cuantos osen separarse de él, serán castigados por el campo traviesa, aunque siempre el premio por
cometer tal osadía, repercutirá en los que vengan a continuación, pues ellos
serán los que creen “sin querer” o más bien sin pensarlo los atajos y los
nuevos senderos que llevarán a otros lugares a los que quizá antes de los
nuevos senderos no se tenía acceso.
Un sendero despejado en un lugar así,
se convierte en lo que se conoce como equilibrio de coordinación: los que se “desmarcan”
de su seguimiento “en apariencia” no sacarán ventaja alguna (para ellos) pero a
su vez ellos marcarán las pautas para los nuevos senderos; generalmente a ellos
les llamamos locos o inadaptados, por intentar lo que per se es lo menos lógico,
pero ellos son los que aperturan los caminos inexplorados. Es un equilibrio de
coordinación aunque nadie se haya coordinado expresamente con otro sobre nada;
se comporta como una convención sin que haya existido convenio alguno…
<<Nos paramos de la piedra en
donde charlábamos y retomamos la caminata>>…
Ahora yo caminando tras el viejo de la lámpara
de mano y usando de guía su voz que me seguía contando…
-
En resumen, quienes transitan por un sendero
abierto como por el que caminamos nosotros ahora, experimentamos (si es que
experimentamos algo o si es que nos preocupa) alienación e indefensión ente
este fenómeno colectivo evolutivamente surgido. Alienación porque nadie se
siente artífice de lo que ha ocurrido (al contrario, da la impresión subjetiva
de que la senda ha sido hecha por nadie en ningún momento, que está ahí; solo <<ahí
afuera>>, tontamente desde la eternidad); en indefensión porque, no
obstante, haber sido ellos los que han creado el sendero y nosotros los que los
seguimos creando, nos sentimos inevitablemente conducidos por el…
Fue así como llegamos a una explanada
donde secaban café, teniendo pletóricamente el cielo decembrino tan estrellado
sobre nosotros, a la luz de unas cuantas velas, mientras los niños y los grandes estaban por demás complacidos de
haber llegado a nuestro destino; mientras
por mi mente, ese viejo había comenzado a transitar sobre un nuevo
sendero que ahora estoy caminando más continuamente; una lección de vida…
transitando el sendero del colectivismo…
Fue la primera vez que camine por “El Hular”,
una noche de año nuevo en una penumbra que contradictoriamente aclaro mi
panorama.
Para Hugo...
@giancarlonavesc

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