miércoles, 28 de noviembre de 2012

Leonora y Jeremy Sanders

No es karma, solo causa y efecto | Juan Carlos Navarro





¿Qué puede tener de entretenido?... ¿pasar la vida de esa forma lo llevará a algún lado?

<< La Causa>>

“Leonora:

Espero no te moleste una más de estas peticiones que parecen por demás  extrañas pero: ¿Qué crees? Se me ha olvidado comprar el numeró mensual  del comic que tanto me gusta y ahora no puedo ir personalmente, te encargo que me hagas el favor de comprarlo… ¡TE AMO!
Jeremy”

Jeremy Sanders; ¡vaya tipo!, a pesar de ser un reconocido dibujante de comics para el segmento de entretenimiento del periódico de Grudenville;  siempre vestía con pantalones cortos, camisetas de beisbol o de bandas de metal, de aspecto descuidado, una gorra mal oliente siempre, sobre su cabeza que ya pintaban muchas canas, noctambulo por naturaleza, necio, melindroso, un poco loco y muy inmaduro para algunos o muchos  aspectos importantes de la vida, ese era él.

Si nos apegamos a la descripción que hasta ahora llevo de Jeremy, bien ustedes podrán definir claramente que del que hablamos es un niño de entre 10 y 13 años; claro (excepto por las canas y lo noctambulo), pero no; Jeremy se acercaba a la edad a la que Jesucristo fue crucificado, Jeremy ya casi cumplía 33 años y… casi sin quererlo para él también se venía algo de naturaleza fatal, pero sin llegar a los hechos que remembra la biblia en el viacrucis.

Leonora, siempre se solía preguntar al ver a Jeremy sentado sobre el suelo con las piernas velludas cruzadas, una sobre otra en posición meditabunda y con cara de estupefacción al intentar armar un cubo rubik, jugar con su teléfono o al jugar con un tangram: ¿Qué puede tener de entretenido?... ¿pasar la vida de esa forma lo llevará a algún lado?...

A veces con el coraje y confusión que se ahoga en la garganta; Leonora se daba media vuelta y lo dejaba seguir en trance lúdico; solo hasta que Jeremy olfateaba ese delicioso aroma de su amada; se paraba destrabando esas piernas que ya le dolían al permanecer esa posición y se acercaba con ella, a reconciliar los descuidos por su distraído comportamiento.

Es implícito y esta por demás decir que Leonora amaba a Jeremy (sino como aguantar a tal sujeto), solo que esta vez Jeremy había rebasado ciertos o… todos los limites.

Ese Jueves Leonora, llego cansada por las presiones habituales de su empleo, se acercó a ese gran refrigerador de puertas blancas, abrió de par en par las mismas, sacó la botella del rioja que se enfriaba en el bello armatoste gélido y se sirvió medía copa del elixir de exquisita rojura… al cerrar las grandes puertas blancas frente así, mira una pequeña nota escrita en un papel amarillo que decía:
  
“Leonora:

Espero no te moleste una más de estas peticiones que parecen por demás  extrañas pero: ¿Qué crees? Se me ha olvidado comprar el numeró mensual  del comic que tanto me gusta y ahora no puedo ir personalmente, te encargo que me hagas el favor de comprarlo… ¡TE AMO!
Jeremy”

Ni bien termino de leer, tan peculiar nota; hizo pasar a través de su garganta un sorbo grande de vino, el cual le raspo las amígdalas por efecto de los taninos que el contenía y sale disparada sobre el rincón donde Jeremy solía ir a dibujar y  jugar,  tenía un si numero de artilugios, juguetitos, comics, revistas, colores, crayones, pinceles, lápices, espirógrafos y demás cosas que parecería pertenecer a un anaquel de un jardín de niños.

Con furia, Leonora extiende el brazo sobre los estantes blancos que tenían y en donde Jeremy tenía puestas todas esas cosas, y lo arrastra sobre el haciendo que todos esos juguetitos se precipiten sobre la oscura boca de una bolsa de basura, recoge libros, comics y otras cosas y los tira fuera, en el lado izquierdo de la puerta roja que daba acceso a su departamento… irascible y totalmente llena de ideas azota la puerta y la cierra con seguro desde dentro.

Jeremy, que ni siquiera se imaginaba lo que momentáneamente sucedía mientras el regresaba del habitual expresso que se solía tomar en las mesas exteriores del pequeño café del parque central, después de la jornada laboral; regresaba caminando hasta su departamento silbando viejas melodías de jazz, con un andar muy pausado y hasta con cierto “swing”…

Llega, dobla la esquina y se acerca al portal que da acceso a su vivienda, quita llave cruza el mismo y para su sorpresa mira  que en el lado izquierdo de la puerta roja que daba acceso a su departamento, todos sus libros apelmazados, y una bolsa de basura negra la cual desbocaba varios de sus tantos juguetes y se pregunta… ¡¡ ¿Pero que diablos ha pasado aquí?!!

Mete la llave de cabeza redonda en la chapa y no logra abrir, se desespera y comienza a tocar gritando un poco, (solo un poco)… ¿Qué ha pasado Leonora?, ¿ábreme?, ¿estas ahí?; desesperado al no ver ninguna reacción Jeremy, grita con más ahínco casi al borde de la cacofonía… ¡LEONORA! ¡ÁBREME! ¿POR QUÉ? … ¿QUÉ HE HECHO?... << eso encendió a Leonora>>

Enfurecida se para tras la puerta, ahora cara a cara: Leonora y Jeremy solo los separaba la pesada puerta roja, e inicia el siguiente dialogo:

Leonora: ¿Qué quieres acá Jeremy?

Jeremy: <<atenúa la voz y dice>> Amor, ¿Qué ha pasado acá?... porque mis cosas están fuera y no quieres abrirme ¿qué he hecho?

Leonora: ¿Cómo que, qué has hecho?... <<sollozando>> ¿Qué te crees Jeremy?... ¿crees que esto pueda seguir de esa forma? ¿De verdad crees que podamos seguir viviendo de tal manera?...

Jeremy: ¿Qué es lo que he hecho?... ¿Nunca llego tarde?, ¿casi no bebo?, trato de hacer todo lo que me corresponde en casa; sé que soy muy desordenado, se también que tengo vicios arraigados como dejar mis zapatillas (tenis o zapatos deportivos) tiradas por ahí, pero siempre trato de complacerte en todo lo que puedo…

<<Leonora que al escuchar eso, pega la espalda contra la puerta y se toma de la frente, ahora llorando más>> responde:

Leonora: Y no es eso… tu sabes que eso no es lo que más me molesta, lo que me molesta son esos recados que me dejas como de niño pidiéndole algo a su madre; comprendo, entiendo y te amo por lo que eres, sé que eres un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, necio y descuidado, lo que verdaderamente no entiendo es porque me enamoré de ti… De lo que si estoy convencida es del siguiente hecho…

Creo que en lugar de tener a mi lado a un compañero, a una pareja, a un novio, creo tengo un hijo…

<<¡¡clacck!!>> Se destraba el seguro de la puerta mientras, esos dos, Leonora y Jeremy Sanders se funden en un fuerte abrazo

<< El Efecto>>

¿Todos deberíamos tener un Jeremy Sanders?

Desde mi personal punto de vista todo debe tener una justa medida, a veces hay que tomar ese lado serio y maduro de las cosas, para encarar ciertos aspectos difíciles de la misma y a veces,  otras veces <<creo yo en mayor parte>> hay que tomarlas con cierta filosofía de juego… ¿Por qué?

Desde la infancia somos reprimidos, siempre condenados, avergonzados e inclusive castigados, solo por el hecho de ser simplemente niños, de ahí vienen muchos de nuestros temores a afrontar con valentía la vida…

Que pasa cuando le decimos a nuestros padres: “papá quiero será arqueólogo, o músico o pintor o quizá astronauta o ciclista; generalmente se nos condena con la amenaza de decir: ¡Hijo mio en esa carrera no se gana mucho dinero! O ¡estas loquito, hijo, esas carreras solo son para niños ricos!...

Los padres no solo son los culpables, un sistema actúa siempre contra nosotros, profesores, compañeros, abuelos, tíos, etc.; ¿Qué pasa cuando tenemos dudas en clase?, ¿Por qué nos da temor preguntar?... los compañeros se burlan, a veces los profesores no contestan, y generalmente desde esos momentos se crean temores bien fundados que ya de mayores siempre nos incapacitan en muchos aspectos de la vida.

Las grandes y buenas ideas: ¿nacen de los niños aun vivos en nuestros corazones?

Espíritus infantiles que se suicidan, afanosos algunos se resisten o se redimen momentáneamente buscando salir a la luz después…  que hubiese sido si  algún niño interior no se hubiese imaginado: ¿Cómo sería cabalgar sobre un haz luminoso, mientras discurre el tiempo y el espacio en formas curveadas? – No tendríamos teoría de la relatividad; que pasaría si a algún niño loco no se le hubiera ocurrido salir en medio de la lluvia a volar un cometa solo para ver el efecto eléctrico del rayo – No tendríamos energía eléctrica; que hubiese pasado si hombres como Jobs o Gates no hubiesen jugado a “viaje a las estrellas” en las cocheras de sus casas; quizá ahora no tendríamos toda esta era de la informática…

Ya sea Einstein, Franklin, Jobs o Gates, hay niños que se resisten a perecer por el cruel verdugo de la madurez y la sensatez; también quizá no todas las buenas ideas nazcan de los niños que aun viven en nuestros corazones; pero lo más seguro y de lo que estoy convencido es que quizá, esos niños en lugar de crear algún mal, creo crean algún bien, dentro de todo lo que arrastran: complejidad, incomprensión, intolerancia y muchas cosas más; a veces esos niños aun viven ahí escondidos aun algún lugar recóndito de nuestros corazones, esperando airosos el momento de salir a jugar, crear, de salir a divertirse.

Hay niños que aún sobreviven y de ahí quizá todos tengamos un Jeremy Sanders…       ¿quizá…  yo sea Jeremy Sanders?

@giancarlonavesc

miércoles, 21 de noviembre de 2012

¡Oh Veracruz!
 -Rinconcito donde hacen sus nidos las Olas del mar (Agustín Lara)-




Este escrito es el homenaje al bello estado de Veracruz, un homenaje a lo que nos hace vibrar, esa vivencia sui-generis. Todas podrán dejar huellas, pero ninguna, como el fulgor de las noches en Veracruz...                                              

Christhian del Rosario Morales.



Estaba tomando un breve descanso en una habitación, de repente sentí que el viento sopló, y ví como las cortinas se movían, con un ritmo tan bello, como el de las olas del mar. Algo dentro de mí, me decía: muévete. Seguramente algo pasaba que me inspiraba a ir allí, y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba cerca de la ventana. Me detuve y mis pupilas se dilataron asombradas de tanta belleza, estaba ante un lugar mágico, incomparable, lleno de hechos, que hacían vibrar todo mi cuerpo.

Motivada por tal suceso, me encuentro escribiendo tras la ventana de una habitación, del “Hotel Ruiz Milán”, lugar tan acogedor que se encuentra en un bello y maravilloso estado. Que hermoso eres Veracruz. Y como no, si tan solo dirijo mi mirada a tu Malecón y puedo ver a personas disfrutando del buen café “La parroquia”, aun de lejos percibo un delicado aroma a café (suspiro) y también escucho a un Jarocho, entonar un buen son.

Ah! y esos barcos tan grandes, quietos allí, en medio de las inmensidades del mar, ¿como evitar verlos? Transportan mi mente a otro mundo, a ideas tan fascinantes, a pensar que todo es posible (si tienes los deseos, el entusiasmo y el valor, siempre, siempre encuentras las herramientas). Hoy me hacen recordar mi infancia, cuando en los días de lluvia corría en busca de hojas de cuadernos o de papel periódico, para hacer esos dobleces tan exactos y crear un barquito de papel, mi sonrisa infantil dibujada mi rostro, cuando veía navegar contra corriente, aquel barquito de papel.  En esa infancia, creía en una mínima posibilidad que podría haber, de que alguien creara un barco tan enorme, un barco real, no de papel (tan real, como las canoas de Santa Brígida, Arriaga, Chiapas), escribo esto y me siento feliz, contemplando los barcos, en el puerto de Veracruz. Comprobando que todo lo posible, una vez fue imposible en mi mente.  Que: de querer a poder, ay un paso. Un paso, que requiere valor, coraje, y menester para realizar algo.

Ahora mi vista se vuelve a otro lado, veo personas paseando por el malecón, viendo el baile de la Sandunga. Y después de ver todo esto, ¿en que pienso? Pienso en que es hermoso ser espectador(a), pero he entendido que esta condición no debe ser permanente. Así que iré allí, a sentir como late, todo esto, de cerca, a sentir como la vida va ocurriendo día a día.

No es Karma, solo causa y efecto | Christhian del Rosario Morales.

miércoles, 14 de noviembre de 2012


Sin saberlo un pedacito verde comenzó a crecer en mí

No es karma, solo causa y efecto | Jorge Macías-Sámano




Ringggggggg, ringggggggggggg, rinnggggggg…….. El despertador con su cara fosforescente y desagradable sonido, me recordaba que debía de levantarme y comenzar a organizar todo lo que tenia que llevar ese día…

 Las seis de la mañana y mi primera actividad era levantar a Luis y a Manuel, mis hermanos. Aquellos, dormidos con toda la ropa y trebejos en cima, se debatían en levantarse y quedarse. Yo insistía, lo mas tranquilo posible. Soy desesperado, siempre he sido así, sobre todo cuando se trata de viajar. Eran los finales de los 70’s e inicio de los 80’s y los Bee Gees estaban en pleno.

Cheque la lista que tenía: mangas para la lluvia, chamarras, tortas, agua, la estufita de papa (ya llena de gasolina), una ollita, cuchillo de monte y cajas de cartón, plásticos, algunas bolsas y claro, algo de dinero algo así como 20 pesos –una fortuna-. Laura iba llegando de su casa y me comenzaba ayudar llenando mochilas y haciendo algo de café.

Chucho, Pepe y Ana se subían al tren desde Buenavista, pues les quedaba mejor. Cuando menos ellos compraban boletos y ordenadamente subían al tren con destino final Acámbaro, Michoacán y partían de ahí a eso de las siete de la mañana. En cambio nosotros teníamos que estar listos, pasaditas las siete, para treparnos al tren. Resulta que Tacuba, en donde esperábamos nosotros, era una estación de paso de ese tren y por lo tanto únicamente paraba unos minutos para que los que quisieran tomarlo se alcanzaran a subir. Era divertido y a la vez peligroso. En alguna ocasión llegamos tarde y el tren ya partía; Manuel se quedo colgado y muy cerca de los rieles y yo, no se como, lo levante, en vilo con ¡solo una mano! Pero, pues solo nos reímos, éramos invencibles, todo lo podíamos, nada importaba mas que la aventura, el paseo. A distancia, ya no lo veo tan así. Pero al recordar, sonrío y la nostalgia llega.

Ya dentro del tren, nos comenzábamos hacer lugar entre una multitud conformada por personas singulares. Soldados, borrachines, uno que otro gringo aventurero, vendedores ambulantes con mercancía diversa, varios tipos de bebidas, comida de todos tipos, dulces y hasta chiles rellenos y multitud de fritangas. También iban frecuentemente indígenas, que llamábamos inditos, con mercancía para vender y muchas flores. El olor a pulque era preponderante, pues además de que se vendía a bordo, se llevaban barricas a ser vendidas en el trayecto. Ya en el vagón de segunda, pues el tren no tenia de primera, encontrábamos a nuestros amigos y compartíamos las primeras tortas del desayuno con algo de café y uno que otro refresco que comprábamos a las mujeres que los traían en cubetas. Por supuesto estaba el clásico boletero y si no mal recuerdo pagábamos cada uno dos pesos cincuenta centavos por ir hasta la estación de Salazar en el Estado de México, afuerita del DF. Salazar, ese nombre es muy querido para mí. Y aunque creo solo fui ahí una vez con mi papa, no se por qué el sitio me recuerda a él, su cara sonriente y bromista platicándonos de sus aventuras cuando era alpinista y subía los volcanes.  Mi padre tenia un ademan que me molestaba y hasta hoy en día no se porque me pasaba eso. Cuando me hablaba a manera de énfasis, me señalaba con el dedo y me tocaba. Sus manos duras y dedos aun más; de tanto trabajo como mecánico, se sentían. Lo que es la vida, ahora eso ademanes y esa sensación me gustaría sentirla, la extraño sobre manera.
El trayecto era multicolor y veíamos varias de las barrancas que hay por Contreras. Todavía estaban cubiertas de encinares enormes, que ya en otras ocasiones habíamos explorado con singular alegría, pues con todas las hojas duras y secas que tapizaban el piso de las barrancas, era una delicia deslizarse cuesta abajo, sentados, de panza o parados. Únicamente tratábamos de prever el impacto con algún maguey o piedra grade que se atravesaba en nuestro loco y escandaloso trayecto. A veces con tremendos sustos al encontrarnos con algún voladero al frente, que aunque eran pequeños (3-5 metros), no nos salvaríamos del “porrazo” si no parábamos a tiempo. ¡¡Tierra y polvo Hasta dentro delas orejas!! Jajajajaj como sudábamos, se veían los arroyos dibujados en nuestras caras.

      A veces…. ¡no!... casi siempre, cada uno de nosotros estaba asomado a alguna ventana del tren o en las puertas siempre abiertas. De tal manera que el olor del tren, entraba y se pegaba en nosotros. Pero la sensación de frescura era ¡incomparable!  <<Traca, traca, traca, traca, traca>>…. el ruido del tren ¿Cuál ruido? Nunca lo oímos, ¡solo cuando pitaba! Salazar era una estación rustica de tren que estaba a unos 15 km adelante de lo que es la Marquesa, un sitio famoso de fin de semana para los citadinos. Era un llano con una laguna natural y totalmente rodeado de pinos y oyameles. Adelante, como a unos 5 km están unos terrenos del Instituto de Energía Nuclear. El tren llegaba ahí, a Salazar, a eso de las ocho y media o nueve de la mañana. Por suerte aquí si se detenía el tren durante 15 minutos.

   Bajábamos del tren, nos cargábamos todo al hombro y comenzábamos a caminar hacia el bosque, abrigados y el campo aun con neblina. La mañana siempre era fresca y olía mejor si había llovido, en la noche. Platicando y medio jadeando, pues siempre era cuesta arriba, rodeábamos la laguna. Casi siempre aventábamos piedras para salpicarnos, siempre jugando. Otras veces solo nos pasábamos cerca de la orilla para ver quien dejaba la huella más grande en el lodo y tratar de ver uno que otro renacuajo o rana. Llegábamos a un camino de piedras algo grandes, que en realidad era una escorrentía donde bajaba el agua del cerro, pero todavía era una cárcava muy poco profunda que parecía camino. Nosotros la tomábamos no solo porque era divertido brincar de piedra en piedra, si no por la posibilidad de encontrar víboras de cascabel. En esa parte, antes de llegar al bosque y llena de macollos de pasto, las víboras abundan. Y es que los reptiles salen a calentarse con los primeros rayos del sol y así nos los encontrábamos, medio dormidos, medio fríos. Los veíamos, a veces los molestábamos, pero nunca los agarramos. Como estaban apenas desentumeciéndose, solo se movían un poco y regresaban a su posición. Nosotros seguíamos subiendo, ya casi llegábamos a los primeros arbolitos de renuevo, ahí donde los escobillos amadrinan a los oyameles y en donde había todavía uno que otro pino.

   Entrando a la arboleda de oyameles, todo cambiaba. Nos rodeaba el verdor, la humedad y el olor a bosque. Desde el suelo hasta las punta de los arboles todo era verde, verde obscuro. Y es que el suelo del bosque de oyamel esta tapizado por musgo y variedad de plantas, pero no pastos. Esto hacía una alfombra continua, suave, de color verde obscuro intenso. Una alfombra tramada por multitud de materiales, en secciones por hojas de diversas formas, colores y texturas; hongos de todos tipos y texturas; pedazos de ramas cubiertas de musgos y a veces de heno; conos de los mismos arboles y gran variedad de pequeñas plantas de flor, muchos líquenes y hepáticas. Un micro mundo verde, húmedo y suave.  Nuestro objetivo predilecto, los hongos. Por ellos, Laura, mis hermanos, mis amigos y yo caminábamos por horas. Pero mejor dicho nos arrastrábamos por todos los recovecos del bosque. Siempre andábamos sucios y con la humedad hasta los huesos. Colectando hongos, de los pequeños blancos con sombrerito de colores azul, verde o rojo; de los que parecen ramas y astas de venados; de aquellos gordos y cafés como semitas;  de los que se ven con los gnomos, rojos, amarillos y medio cafés con manchas blancas, de los naranja como zanahorias; de los que son como trompas de cochino; de los blancos con café que se deshacen y sale como tinta obscura; de los amarillos como huevitos; de los delgados blancos o violáceos como transparentes; de los que parecen pasas grandes y huecos; de los que son como leña y crecen en los troncos de arboles viejos o tirados. Todos pasaban por nuestras manos. Los sacábamos con mucho cuidado, con todo y musgo y los envolvíamos cuidadosamente en papel encerado y los íbamos acomodando en cajas. Todos eran para la colección de la escuela. Bueno, no todos, pues  bastantes de los comestibles los separábamos y los comíamos en casa.
Mientras nos arrastrábamos conocimos mucha de la fauna que muy pocas personas conocen por que son organismos pequeños y viven entre el musgo y las plantas pequeñas que cubren el suelo. Varios tipos de salamandras, arañas, insectos varios, víboras de colores,  caracoles de diversas formas, ciempiés, milpiés, alacranes y eventualmente, el único mamífero venenoso, las musarañas. Estos pequeños animales, parecidos a un ratón, son ultraligeros y tienen una mordida ponzoñosa con la que paralizan a los animales que cazan.

    Ya como a la una o dos de la tarde, ya hacia calor, el sol en todo su esplendor. Parábamos la colecta y era hora del beisbol! Nunca llevamos bat, era a mano y usábamos pelotas de esponja, varias pues se perdían fácilmente entre toda la vegetación. El campo siempre era inclinado y con multitud de hoyos, sin matas grandes, casi puro pasto. La diversión era en grande. Solo estábamos nosotros y el bosque. Así que los gritos y movimientos no molestaban a nadie. La vegetación y uno que otro pájaro y ardilla eran los espectadores. Siempre los juegos eran de ¡¡garra!! Y de agarrarse, pues los ánimos de Laura y Luis siempre se encendían y casi llegaban a golpes. Y yo, en medio literalmente de los dos, ¡mi novia y mi hermano! Pero ya después de un rato, todo volvía a la normalidad y cansados terminábamos como a eso de las tres. Para esa hora y dada la altura al nivel del mar (1900 m) y lo fresco del aire, nunca nos dábamos cuenta de todo lo que nos quemábamos. La cara y los brazos se nos ponían morenos y solo el güero Manuel se ponía rojo. Comíamos el resto de nuestras tortas y uno que otro chocolate que llevábamos. Pero siempre nos quedábamos con hambre. Comenzábamos el regreso como eso de las cuatro, pues había que llegar a la estación para tomar el tren de regreso que pasaba a las seis de la tarde. A medio camino siempre nos agarraba la lluvia y en descampado. De nada servían las mangas o plásticos. Nada nos cubría de torrente que pareciera que venia de todos lados. Nuestros pies dentro de las botas “chacualeban” y a veces hasta se nos salían!! Esos eran otros momentos inolvidables. Ya mojados y todavía a como una hora de llegada, nada nos importaba, mas que no se maltrataran los hongos. Caminábamos y corríamos, otras veces rodábamos cuesta abajo, bromeando y literalmente en éxtasis bajo el agua y el bosque rodeándonos. El agua era fría, bastante fría, pero de alguna manera eso solo lo sentíamos hasta que llegábamos a la estación y teníamos que esperar el tren que generalmente llegaba tarde, algunas veces hasta las siete de la noche. En la estación había siempre señoras vendiendo fritangas y nosotros con hambre y casi sin dinero. Entonces hacíamos una “coperacha” y entre todos comprábamos sopes y algunas quesadillas y las repartíamos. Esas frituras, nos sabían a ¡¡gloria!! Y junto a los comales nos “arrejuntábamos” para que se nos pasara algo el frio y en eso se oía el silbato del tren, ya nos íbamos de nuestro lugar mágico y hasta la próxima semana.

     En esos increíbles y felices momentos nunca pensé que mi vida estaría siempre ligada a los árboles. Sin saberlo, un pedacito verde comenzó a crecer en mí. De Salazar vinieron muchos bosques, de muchos tipos y de lugares lejanos y muy escondidos en nuestro país.

     Uno que es, o mas bien, era la “quintaesencia” de lo verde y de lo que es un bosque, era el que estaba a la entrada de un pueblecito llamado Honey, si como la miel en inglés, honey. Ese pueblo pertenece a Puebla, pero esta  solo unos minutos de Tulancingo, Hidalgo. Para describir este pedazo de bosque me gustaría ser un gran escritor, además de un gran pintor. Pero aquí va mi intención. Quizás si comienzo por decir que parecía salido de un cuento de los Hermanos Grim, esos que mi mama nos leía a la hora de la comida para que no nos peleáramos los seis hermanos.  La palabra esplendoroso y como que te quitaba el aliento, seria poca cosa, pero es lo mejor que puedo decir. El color preponderante era el verde esmeralda. No, no exagero, ese era el color. El bosque estaba formado por arboles casi todos de un pino que se llama patula, único en el mundo y solo crece en esta región. Los arboles tienen corteza rojiza tirándole a anaranjado y como que se desprende en una especie de chinitos de papel; sus hojas son de color verde claro brillante; sus ramas colgantes y sus conos de color arena, muy duros. Los arboles eran enormes y cubrían todo el dosel del bosque, y si bien le conferían una cierta penumbra, la luz entraba de tal manera que literalmente esparcía el color verde en todas direcciones. Esa penumbra mantenía condiciones únicas para ese verdor bajo el dosel. El suelo era una mullida alfombra de musgos y líquenes, principalmente estos últimos, lo que le daba el color verde esmeralda. Pero lo mas sorprendente, único y que jamás, jamás, se me olvidara y tampoco a los que conocieron ese lugar, es que esa alfombra del suelo subía y cubría, de manera muy homogénea, también los troncos de los árboles, sean en pie o tirados. Como que el verde se fundía con todo lo que tocaba y lo transformada en más verde. Esa orgia de verde tocaba a los insectos y hasta las lagartijas tenían tonos de esos verdes que les permitía perderse entre el paisaje. Era tal el asalto visual que de verdad uno esperaba que salieran los gnomos en cualquier momento. Como si fuera poco, en algunos claros del bosque había de los hongos grandes y rojos con pintas blancas, así como otros únicos del sitio que salían de las bases de los arboles y parecían bastones barnizados y con agarradera blanca. Para rematar, las casas de los lugareños eran del tipo de “dos aguas” y hechas con tejamanil (tablillas de madera sacadas de los oyameles y algunos pinos), con lo que se completaba el cuadro de una escena de cuento con gnomos y hadas. Ahora, así es, es solo un cuento, pues no existe.

      El pedacito verde se quedo dentro de mí y con los años me envolvió y ahora forma parte de mi vida diaria, de mi pensar y hasta de mi familia. Ya no se ira nunca. Aquí sigo, con los árboles. Como todas las plantas, los árboles no se mueven y  enfrentan los problemas, los peligros de frente, aparentemente inamovibles. Son de los seres vivos con mayor masa y entre los más longevos. Sobre la tierra, son los seres vivos que más influencia tienen en nuestro clima y en el mantenimiento de la atmosfera vital para los seres que respiramos oxígeno.

        Deja que el verde crezca en ti, pero no de palabra, de hecho…


Jorge Macías-Sámano

miércoles, 7 de noviembre de 2012


Constanzo
No es karma, solo causa y efecto | Juan Carlos Navarro




Ya encumbrada en una posición muy favorecida por los alicientes de una economía holgada, alejada de las penurias incesantes de la vida cotidiana y sobre todo abrumada por un halo de confort e inseguridades, de elogios vanagloriados o inclusive del respeto: ya sea fraternal o por simple interés que le brindaban sus alumnos y colegas; la profesora Jazmín vivía una vida que no era del todo mala, tenía todo, o casi todo lo que se puede comprar con el dinero, solo que de aquella profesora que inicio su servicio como docente ante grupo en una comunidad Chiapaneca de nombre casi impronunciable por estar en un dialecto selecto solo para algunos privilegiados, no quedaba absolutamente nada.

A pesar de provenir de una familia de docentes y profesores rurales; alguna vez y no tanto por el antecedente familiar si no más empujada por satisfacer una necesidad de salir de la precaria situación en la que vivía (y aquí es donde hay que sincerarnos; para ella y para muchos de nosotros, el dinero es primordial y sumamente necesario), Jazmín decidió forjar su futuro en base al estudio pedagógico de la educación primaría y recordando sus palabras ella decía: “Trabajo como profesora solo para poder comprarme el automóvil que tanto he soñado”

No juzgaré a Jazmín, porque no me corresponde hacerlo, pero si trataré de describirla un poco, porque la conocía y creía conocerla bastante bien: para mi ella era una persona de gran capacidad, de buenos sentimientos, pero de un corazón bastante maleable, pobre ante la agolpante horda de excentricidades consumistas de la sociedad actual, sumiso el corazón por el entorno que la rodeaba, y, es que ella gustaba de tener cierto tipo amistades, de esas amistades que viven de las apariencias, que creen que las define el tipo ropa que usan, o inclusive los lugares donde comen; pero ella no era así…

Cuando niños; solía decir que ella quería ser doctora, para curar todas las “enfermedades del mundo y ayudar a la gente pobre”, nunca en aquellos instantes de inocencia le  paso por la cabeza la mercenaria idea de realizar sus estudios profesionales para llenarse las bolsas de dinero y mucho menos, pero sobre todo de necesitar de halagos y pleitesías absurdas por realizar bien su trabajo, desconozco cuando fue que ella cambio, pero si creo tener la idea de que la hizo cambiar…

Una necesidad de total atención y un espíritu materialista por demás enfermizo.

La cuestión es… ¿Hacer lo que nos gusta hacer, con convicción de servicio y entrega profesional, ganando el dinero justo? o ¿corromper el instinto primigenio y fraternal por comodidades y bienes materiales quizá innecesarios que nos brindan una vida de total desapego a la vida misma y hasta cierto punto nos alejan de los que queremos? … 

Cualquier respuesta creo puede ser la correcta, elegimos la vida que creemos nos puede funcionar, a costa de todo lo que se interponga en nuestro camino.

Elegir entre la ruta del colectivismo o del perjudicial sentimiento del personalismo… Jazmín eligió y esa elección la hizo cambiar de sobremanera a tal grado de ser una total desconocida para todos aquellos que la apreciamos en algún momento; y es aquí donde se hace presente la lejanía entre las personas.

Jazmín, comenzaba a asumir la postura de ser una persona muy especial, necesaria para nosotros, una persona de personalidad heliocéntrica que pensaba que los planetas giraban alrededor de ella, con el más grande descaro de desconocer a todas las personas y los medios que la pusieron ahí.

-         Un poco; como las galaxias que se alejan. 

En el subconsciente; creo recordar exactamente como sucedió todo; aunque lo más seguro es que ese subconsciente, este siendo traicionado por el acto consciente del repudio que me genero lo ahí sucedido e inconscientemente me haga remembrar cosas que a lo mejor no sucedieron de esa forma…

Era un Jueves decembrino, con un clima por demás benévolo, pero igual, de calores tropicales que castigan muy agradablemente, teníamos que ir vestidos de manera muy convencional y ad hoc a la ocasión <<muy a mi pesar>> recuerdo que viajamos junto con el tío Constanzo en el carro de su esposa, él: un viejo muy elocuente, de mirada sumisa y siempre como buscando algo en el techo o lo más seguro en el cielo, de tartamudeos a acusa de la edad, él tenía casi 76 cuando le entregaron ese reconocimiento a su larga trayectoria y una larga vida entregada a la educación de las comunidades rurales en Chiapas y en la cual también le entregarían premios al merito académico a algunos docentes que habían destacado en los concursos de aprovechamiento y en donde entre ellos se encontraba Jazmín.

Bajamos del coche y entramos a un restaurante por demás elegante, la entrega de los reconocimientos se realizaría en el área de jardines; dejamos al tío Constanzo en su lugar y nos retiramos a nuestros sitios desde donde veríamos la entrega del, tan merecido galardón para Constanzo “el profe”…

En eso… Una figura arrogante parte la plaza y se sube al estrado; era Jazmín, la que recibía el premio en ese momento, ella; ya al micrófono comienza por llenarse la boca de falsa modestia y pedantería; citando casi al borde de los gritos y con una mala técnica oratoria cosas como: “SOMOS LOS CREADORES DE LAS NUEVAS GENERACIONES”, “ESTAMOS ACÁ PORQUE MERECEMOS ESTARLO”, “SOMOS EL PRESENTE Y EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN” <<siempre acompañado de un ademan que constaba en colocar el dedo índice de su mano derecha sobre el lado izquierdo de su pecho>>… termina la perorata y baja, castigada por unos escuetos y flojos aplausos que salen tal vez de una decena de personas del centenar que se habían presentado en esa ocasión…

Al tío Constanzo aún no le llegaba el momento para recibir el premio y mucho menos era su turno para hablar o agradecer; pero la indignación era casi colectiva y él siendo un tipo muy justo y de inquebrantable ecuanimidad ante situaciones difíciles; esta vez no pudo resistir y se paró, corvado por esa columna que resentía los estragos de la edad, con andares lánguidos y de temblores constantes; al andar por el pasillo central que dividía moisescamente en un par muy equitativo a los asistentes de la gala, se paran un par de profesores más jóvenes y le ayudan a llegar hasta el estrado:

<< Se escucha por el micrófono como carraspea la garganta intentando buscar serenidad y elocuencia y de pronto…>> un silencio abrumador acompañado de un vientecillo fresco que daba tregua a la acalorada y exasperante tarde… inicia el monologo <<Citando con fuerza proveniente desde el alma algo de Calderón De la Barca>>

“Es verdad; pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos; y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar.

 Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte! ¿Que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? […]

Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida?  Un frenesí. ¿Qué es la vida?  Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”

Tácitamente culmina diciendo… “Siempre soñé ser un gran científico, entregar mi vida a las ordenes de la ciencia era mi deseo, más sin embargo la vida fue bastante buena conmigo, me dio la gran oportunidad de compartir esto… que a la vez me fue transmitido desde mis padres y mis maestros, la educación, la enseñanza, las matemáticas… ¿Qué hubiese sido de Einstein sin un maestro que le enseñara a leer? ¿Qué hubiese sido de Dalí sin alguien que le enseñase a descubrir los colores primarios? O del mismo Borges… Carecemos de agradecimiento, carecemos de recuerdo, creemos ser únicos, creemos tener todo el conocimiento como por arte de magia, no logre ser lo que siempre soñé ser y no me arrepiento, no necesito de aceptación, ni de premios o reconocimientos para saber que mi inútil vi ha servido de algo… nunca olvidaré que muy probablemente ayude a encaminar la vida de las personas a las que de alguna forma les compartí algo, un poco de lo que soy… un poco de conocimiento, un poco de alma… un poco de pasado.

La totalidad de las personas exponen los corazones y sus almas agradecidas con jubilo y aplausos cálidos mientras el “profe”, Constanzo parte la misma plaza que fue mancillada con anterioridad, con las manos vacías, el alma ensanchada y los ojos llenos de lagrimas.


PARA TODOS “LOS PROFES” LOS DE LA ESCUELA Y LOS DE CASA, LOS QUE ME ENSEÑARON, COMPARTIERÓN, DE LOS QUE APENDI DE MUCHAS FORMAS Y QUE AHORA DE FORMA PECULIAR AGRADEZCO CON TODA LA HUMILDAD QUE ME PERMITE EL DECIR QUE: “SOMOS LA SEMILLA QUE GERMINA DEL PASADO, CICLICA, QUE ESPEREMOS SE NIEGUE A MORIR”

@giancarlonavesc

jueves, 1 de noviembre de 2012


Incomprensibles,  de rareza especial, pero siempre atractivas, con la dosis y el flujo necesario de trémulas y escabrosas sensaciones que recorren por las vertebras de la espina dorsal; son estas historias; las que pasan y pasan como por un conducto verbal informal; de gente en gente, de generación en generación, vivas, negándose a morir, siempre y cuando provoquen, como lo provocaron en mi desde que la escuche por primera vez, de voz viva del narrador, sensaciones de extrañeza y terror.

No teman leer…
(nota introductoria: Juan Carlos Navarro)


El  nahual


No es karma, solo causa y efecto | por: José Luis Navarro Escobar

Es esta historia, que puede parecer  fantasiosa pero es unas mas de las “aventuras”  de mi vida errante, y eso que me pasó; es indeleble,  todavía cuando lo recuerdo se hace muy  fantasiosa pero para mi, que lo vi me pareció tan real…

Yo era muy joven mas de lo que soy ahora,  me fui a vivir a la ciudad de Comitán de Domínguez Chiapas,  tenia 15 años cuando mucho, para aquel tiempo ya fumaba (ups),y  de mis interminables caminatas en las tardes note algo que me llamo mucho la atención, hay muchas iglesias y casi una cerca de al otra, (los que han visitado la ciudad saben de lo que hablo), yo vivía en la zona del centro y como en cualquier ciudad la zona centro en horas de las noche siempre es muy desolada y a veces tétrica  digna de una película de terror, calles empedradas, bruma, a veces neblina, llovizna, algunas calles sin alumbrado publico, o focos que se hacen corto  y se apagan exactamente cuando cruzas debajo y se prenden cuando ya pasaste como si te estuvieran esperando, por que les describo como veía la ciudad de noche, pues así empezó todo en una noche, ya después de haber platicado con los “cuates” y de hacer mis compras rápido por que estaba lloviendo llegue a ese cuarto enorme con una pequeña cama, una sillas y una mesa y un olor a húmedo por que nunca le pegaba el sol sin ventanas son un foco de 60 watts me dispuse hacer mi tarea me coloque los audífonos y a escuchar el “rubber soul” de “The Beatles”, aproximadamente serian las 9 de la noche, todos en su casa pero no era  por el frio y la lluvia yo no sabia por que se dormían temprano ¡a las 9!, si a esa hora querías salir a realizar una compra,  ya no encontrabas nada abierto, pero bueno; bajo la lluvia empezó a llegar gente a esa vecindad que tenia un patio enorme y de repente tocaron a mi puerta esa puerta de madera que de una patada seguramente la tumbaban y la cual tenia por  candado un palito de madera (de esos de paleta de hielo), el que tocaba a mi puerta era un tipo como religioso, bien vestido, invitándome a una rezo, algo a lo cual no soy muy adepto, no le di tanta importancias (claro ni ahora) y antes de poner “play” empezaron con los “canticos” del rezo termine mi tarea y seguían en eso, al otro día en la tarde antes de salir platique con la señora que cobraba la renta y era dueña de esa vecindad le pregunte a que se  debía que rezaran en la noche a lo que me dijo: “¿eres nuevo en la ciudad verdad joven?” solo cuando te digamos: ¡No salgas!, no lo hagas,  te lo pido por favor”, eso me dejo mas dudas que certezas del ¿por qué lo hacían?,  pasaron los días y de nuevo un día con lluvia torrencial…

Era miércoles si no me falla la memoria, esperaba a los rezadores pero no llegaron, me  puse a barrer mi cuarto en la noche y me salí a fumar un cigarrillo afuera, en la puerta, termine de fumar y me puse a leer, Demian de Hesse y me quede dormido con el sonido de lluvia en las tejas, ya en sueño profundo cuando me levanta un ruido como si los gatos estuvieran peleando arriba del cuarto: ¡caían las tejas y seguía lloviendo mucho!, me asome para ver que pasaba y me grita una mujer “no salgas hijo que esta el nagual metete pa’ dentro y encerráte” (sic),  y antes de meterme vi una sombra como de un perro pero enorme como un Gran danés brincando de techo en techo cual película japonesa de terror solo le podían notar como le brillaban los ojos, por la neblina unos ojos amarillos muy tétricos, sin pensarla cerré la puerta y empuje la cama para tapar la puerta así no pudiera salir, ¡El Nahual!, no les miento, tenia “un chingo” de miedo solo de ver eso me impacto mucho y mas cuando se sentía que estaba en le techo de mi cuarto y caían las tejas; en eso la señora grito ¿todos están bien? Y todos dijimos ¡si! al unísono, y no podía dejar de ver que onda con eso, que era eso, de chismoso vi por una grieta de la puerta y bajo la lluvia la señora comenzó a decir algo en un dialecto me imagino por que no le entendí nada y se escuchaba un graznido muy macabro, y la señora seguía con eso y miraba como, ”eso” saltaba de tejado en tejado hasta que se alejó y dijo la señora ya pueden salir, moví la cama y salí a platicar con la señora y le dije que era eso ¿un nahual?, y me dijo “si hijo es don Chalo el de los discos es un nagual pero los buenos no es brujo solo se convierte en animal”, y le dije si es bueno por que nos dijo que no saliéramos, “…ah por que le gusta jugar y como es animal los puede lastimar por que es un animal salvaje y hasta los puede matar, de hecho le dije a Carmino (el velador) que se pusiera su camisa al revés y orinara su machete y lo cintareara para que no ande asustando a la gente”, y no sé que cara me vio la señora que me dijo mañana lo vas a ver y lo veras todo golpeado yo lo había visto ese día en la tarde y bien por que con el compraba discos, al otro día mas por chisme que por música fui a tienda  y me compre un disco de “helloween” y me atendió el señor y me dio un escalofrió que palidecí de incertidumbre, el señor lleno de moretones en la cara con un brazo vendado y el otro con marcas que deja un machete cuando te pegan con el costado, y me dice “que te paso mijo” no nada solo que hasta a mi me duele como anda todo golpeado y me contesta (por que era mi cuate el ruco) “no te preocupes eso se me quita rápido, sale pues muchacho cuídese y no salga de noche por que hay mucho brujo” y se empezó a reír y como si no sabia le dije “¿apoco?” ,si por que crees que hay muchas iglesias en Comitán y la mayoría están juntas una de otras en ciertos lados, depende que tantos brujos hay en esas cuadras…  la respuesta de ese señor se aclaró una de mis dudas pero necesitaba que me la confirmaran y al llegar a al casa era tarde como las 5 y había empezado el rezo, termino y platique con la señora y me dijo lo mismo de las iglesias, y con eso tuve.

Ya mas tarde platique con el velador y me dijo “hey cuate no debes de salir en la noche debes de estar en tu casa antes de las 10 por los nahuales”  si ya lo se , ¿que apoco viste a don chalo?  Le dije “si” con risa nerviosa y medio un consejo cuando te topes a los nahuales ponte la playera al revés y orínate el cinto y pégales y te vas a tu casa sin voltear a verlos…. Y si  el nahual salía cada vez que llovía en las noches ya no me asustaba como la primera vez pero si muchas veces vi al señor todo golpeado quien diría que era un nahual y  así siguiendo esos  consejos que me dio “Carmino” el velador,  termina mi encuentro con los nahuales cosa que ustedes créanlo o no.

 Yo no creía en esas cosas pero yo vi algo que me dejo marcado de por vida, y que hay cosas que pasan sin que nos demos cuenta.

@navarro_pepe