“No esperes que la luz del destino ilumine tu vida, ilumínala tú”
(Alejandro Jodorowsky)
No es Karma, solo Causa y Efecto | Jorge Macías-Sámano
—Mi traducción prosaica de esta sencilla
pero profunda reflexión—
Alguna vez no han tenido como la visión o no se como llamarlo, de ubicarse
dentro de todo lo que les rodea y verse como solo un componente de todo ello y sentir
que la realidad es como muy personal, es como diferente para cada uno de
nosotros. La vida, toda, es como una suma de realidades. Digamos, cada uno somos
como una hoja en el caleidoscopio y en la dimensión múltiple de follajes de un
bosque. Aun así, existen patrones de follajes, y por ende existen también
patrones de realidades.
En ciencia, para entender algo, se separan sus componentes y se van
analizando cada uno de ellos por separado. Posteriormente estos se integran y
así se tiene una idea de cómo están interrelacionados y lo que resulta de esa
integración. En general la ciencia trabaja buscando patrones para entender
patrones mas grandes. Pero definitivamente solo son patrones, con variantes, y a
veces con variantes muy grandes.
En la vida, veo que existen dos patrones generales que considero son unos
- de los “esenciales”- para desarrollarla. Digamos, son los patrones de como
vemos nuestras vidas, como las vivimos. Algunos dejan que la vida los lleve y
esperan ver que les depara el destino. En cambio otros, buscan, cambian, se
aventuran para llevar y realizar la vida que ellos quieren, no lo que la vida
les ofrece.
A continuación relato una historia totalmente ficticia que trata de
ilustrar el punto de los dos patrones y los alcances de ambos. Sin temor a
equivocarme, tanto los lectores como yo, podemos identificar y quizás hasta
ubicarnos en uno de ellos. Aclaro, no es un patrón mejor o peor que el otro,
simplemente existen. Dentro de estos dos patrones generales, la mayoría de
nosotros nos encontramos y a veces, como un péndulo, vamos del uno al otro. Nada
en la vida es perfecto, pero la resultante de cualquiera de los patrones,
debiera ser positiva, al menos debemos de tratar honestamente de lograr que así
lo sea…
Algo sobre
Silvio
Como todos los días, Silvio se levantaba y lo primero que hacia era
rezar y pedir de miles maneras al destino de que se le realizara lo que tanto
anhelaba: un buen trabajo, una buena mujer, tener un carro, una casa y la
posibilidad de que el equipo en que él jugaba ganara el campeonato.
Era una persona de esas que le “echan muchas ganas”, madrugaba y siempre
trabajaba. El hacia todo lo que le decían, no tomaba iniciativa. Seguía las
indicaciones tal y como se las decían, siempre “iba a lo seguro”, no quería
cometer errores. Tenía hasta dos trabajos, nadie podía decir que era flojo, no,
para nada. Además, había terminado una carrera, aunque nunca se tituló. Silvio,
al igual que muchos “casi-titulados” no entendía porque teniendo estudios, no
era seleccionado para los trabajos, aun aunque había salido con un buen
promedio. Culpaban a los “recomendados”, a los que “pagaban mordida” e incluso
a la mala suerte, esa que no le permitía estar en el “momento adecuado” o tener
“los conectes necesarios”.
Silvio no pensaba que debía de buscar y comenzar a “construir” sus
propias oportunidades, el hacerlo mediante mejorar su actitud, o de esforzarse
en ver porque no salían las cosas. Eso era complicado y requería de tiempo, de
paciencia. Él no le gustaba complicarse la vida y además no tenia tiempo, él solo
quería estar seguro de que las cosas ocurrirían. Estaba claro que trabajando
duro, siguiendo la reglas y sin aventurarse en ideas raras o evitando riesgos
innecesarios, lograría lo que quería. Lo clave era mantener un trabajo y así,
asegurando un sustento, sintiendo la seguridad de un trabajo permanente, sabría
que lo demás llegaría. Así ocurrió con su papa y con su abuelo.
Si bien él no era un creyente ferviente, seguía costumbres religiosas
que le hacían sentir que era una buena persona y que tenía asegurado el perdón
de sus malos pasos. Tenía una imagen de la Guadalupana en su sala, siempre se
persignaba y daba limosna cuando se paraba en la iglesia. Todo eso era
importante, pues así aseguraba que la divinidad lo guiaría y definitivamente
tendría su bendición en lo que hiciera, pues era un buen cristiano. Igualmente,
él no se perdía de comprar “su número” para jugar la lotería y el “me late”
sabia que algún día la suerte, el destino le sonreiría y le “pegaría al
gordo”.
Llego el tiempo que Silvio por fin encontró el trabajo perfecto, en el
gobierno. Después de aguantar vaivenes políticos y dado que su puesto no era de
“jefes”, logro mediante el sindicato obtener una plaza permanente. Ya la “tenia
hecha”! Era perfecto, solo debía hacer lo que le dijeran, cumplir un horario y
hasta aguinaldo recibiría. Ya tenía el primer paso dado. Sustento asegurado.
Ahora la novia.
Él había estado cortejando a una muchacha muy bonita y mas joven que el,
casi diez años de diferencia. Sencilla hasta cierto punto. Había estado con
ella en la escuela, tenía las mismas creencias religiosas y hasta vivía en la
misma colonia. Ella vivía con sus papas y trabajaba de empleada en un almacén
de ropa. Vestía a la moda y le fascinaba salir a divertirse. Irene, ese era su
nombre, también gustaba de seguir la vida de los artistas en revistas y de
vivir la vida de otros a través de las telenovelas. Tenia planes de casarse, no
de hijos todavía, pues quería pasársela bien un rato, mientras joven. Pero pues
sabia que eso requería dinero y cuesta ganárselo, y más si solo se trabaja como
una empleada. Coqueteaba con la idea de “ligarse” a un tipo con algo de dinero,
que le pagara sus gustos y quien sabe, hasta quizás casarse con el.
Irene y Silvio, comenzaron a salir y se llevaban bastante bien, a pesar
de que ella quería alguien con un poco mas de futuro. Si bien Silvio tenia
trabajo, no pensaba o se aventuraba a ver algo mejor o con mayor proyección y
mucho menos quería “tentarle a la suerte” con hacer algo que pusiera en riesgo
su puesto en el gobierno. Siempre llegar a tiempo, cumplir con su trabajo y no
crear problemas, esa era su moto. La
relación con Irene se desarrollaba adecuadamente. Para Silvio ella era
perfecta, bonita, joven y solo le tenía que cumplir sus gustos, a veces caros.
Pero estaba seguro que con el tiempo, la convencería de casarse y tener familia.
Silvio soñaba con tener un chamaco para jugar con él futbol.
El tiempo pasó y en el trabajo encontró maneras fáciles y sin mayor
esfuerzo para obtener ingresos extras. Siempre siguiendo la idea de hacer lo
que le dijeran sus jefes para asegurar su sustento, comenzó a apoyarlos más
allá de su trabajo normal. Primero “tapando” las escapadas del jefe con su
amante en horas de trabajo, posteriormente poniéndolo al tanto de lo que el
director manejaba del presupuesto y de su campaña política dentro del partido
en el poder. Información que su propio jefe usaba para obtener favores del
director mismo. Sin querer Silvio había entrado en la maraña de la corrupción y
del “compadrazgo” del sistema burocrático. Así, solo buscando “subir” en el
sistema sin necesidad de complicarse la vida con más estudios, con proyectos nuevos
o probando otros ambientes. Como él lo veía, la vida, el destino, ahí lo había
puesto y sería un tonto si no lo aprovechaba. Además si no lo hacia él, otro lo
haría y el tenia que asegurarse una mayor percepción. Percepción que su jefe,
en pago a sus “favores” devolvía con “viáticos” y con “horas extras” no
devengadas. Además ya Silvio acariciaba la posibilidad de entrar al partido
político!!!! y convertirse en un influyente funcionario. No sabia que para eso
se requería mas que solo hacer su trabajo, se requería ambición y audacia,
cosas que el desconocía.
Sin querer, solo buscando la seguridad de una entrada económica y la
tranquilidad de trabajar para mantener a su familia, Silvio mantenía y ya era
parte del sistema burocrático, ese que se perpetua a si mismo, ese que es
ineficiente, ese que demora y a veces detiene por completo el avance de un país.
Donde por un dinero y una posición, miles, millones de “Silvios” apoyan y son
usados por unos pocos, los “ganones”, los poderosos.
Esos ingresos extras fueron instrumentales para casarse con Irene,
acabándola de convencer con una luna de miel en Cancún, en una casa para
vacacionar de un político amigo de su jefe. Saldría caro y usaría las tarjetas
de crédito que celosamente no usaba, pero valdría la pena, Irene lo valía.
Ella, no tan convencida por Silvio mismo, si no por la vida que le esperaba con
las influencias que iba teniendo su futuro marido. Poco a poco, todo se iría
dando, el destino le sonreía a ella y prácticamente sin esfuerzo alguno. Se
casaron un viernes por la iglesia y al año ya estaban esperando su primogénito.
El destino los llevaba, los llevaba de la mano a ambos y les sonreía.
La vida de Silvio no estaba falta de vicisitudes, una de ellas era su frustración
constante de no hacer lo que le gustaba, digamos profesionalmente hablando pues
él estudió Ingeniería Mecánica; además por
depender forzosamente de la relación y vaivenes de lo que acontecía a su
jefe. Y no se diga de las largas horas de trabajo y de viajes. Mas tenía claro
que el camino que seguía le daría la paz económica para lograr lo que quería.
De alguna manera sus frustraciones se calmaban, o más bien se olvidaban, al ver
crecer su ingreso y reunirse con sus amigos para ir o ver los partidos de
futbol. Ahora tenia una televisión de pantalla gigante (incluso tuvo que
modificar su estancia para que cupiera) que le proporcionaba la inmensa alegría
de ver los partidos. Al igual que millones de personas, incluida su novia
Irene, se sentían identificados con las personas de la tele. Vivían a través de
ellos, de los personajes, sus vidas, sus triunfos y sus angustias. En pocas
palabras “vivan” la vida que ellos
querían y no tenían. Era irreal, pero ayudaba a llevar sus propias
vidas. Estaban por demás “conectados al sistema” tal y como lo describe Morfeo
en la película de Matrix.
Siempre como apoyo y de toda la confianza de los jefes, Silvio mantuvo
su trabajo y las “migajas” que le llegaban, pues nunca logro que lo tomaran en
cuenta para puestos claves, ya no tenia la ambición o la visión para ello. Aunque
hubo cambios dentro del gobierno, la fuerte mancuerna y el equipo formado con
su jefe - siempre apoyados por el partido y su modus operandi de “recomendados”- llevo a Silvio a mantener a su
familia de manera modesta hasta que se jubilo con su pensión del ISSTTE. Había
logrado todo lo que quería en la vida, estaba jubilado, tenía carro, casa,
familia y hasta un hijo que ya jugaba en la segunda división del futbol y
prometía llegar más allá. Irene era una buena madre, siempre en la casa, siempre
cuidando a los otros dos hijos, Norma y Pepe, ambos ya en prepa.
La mayoría de nosotros, al igual que Silvio e Irene, buscamos una
estabilidad económica y poder desarrollar nuestras vidas con base a una familia
o a una actividad que nos gusta. La manera en que lo hagamos es variable,
incluso a veces es diametralmente opuesta. En el caso de Silvio e Irene, su
vida se centra en la búsqueda de un sustento seguro, es decir una percepción
económica sobre la cual fincar sus vidas. Debido a ello, tuvieron que irse
ajustando a lo que les “ponía el destino enfrente” de acuerdo a su premisa,
obtener dinero, por supuesto para subsistir no para hacerse ricos. Porque
alrededor de esto último, también se puede hacer la vida, pero se requiere otra
actitud.
Pero veamos otras constantes en la vida de Silvio. Como lo describí, él
“le echaba muchas ganas”. Todos sabemos que esto significa trabajar duro,
continuamente y esto incluso muchas veces lo pedimos y lo aconsejamos a quien
nos rodea. Pero ello no es sinónimo de trabajar bien y de manera inteligente.
Para ello es indispensable saber lo que estamos haciendo, ir aprendiendo y
construyendo a la par oportunidades que nos permitan avanzar y mejorar.
Acciones que eran ajenas a Silvio e Irene.
La actitud de Silvio de ir a lo seguro, seguir las reglas y de buscar el
dinero en lugar de lo que le gustaba o tenia aptitudes para ser, marco
totalmente su vida, limitándola de manera determinante. Al no buscar
oportunidades, al no aventurarse con alguna idea propia o tratar de definir sus
propias reglas, tuvo que tomar lo que la vida le daba. Nunca se dio la
oportunidad de conocer sus capacidades y de conocer otras posibilidades de
desarrollo. Incluso, dado su ambiente y demandas de trabajo, pocas
oportunidades tuvo de conocer otras maneras de pensar a través de otros escenarios
o personas. Su universo de vida era feliz y desahogado económicamente hablando,
pero restringido, intelectual y socialmente.
Culpar a la mala suerte o a otros (incluida la voluntad divina) es la
salida más fácil que tenemos para no enfrentar la realidad y nuestros propios
fracasos. El detenerse ante un problema o fracaso, analizar y ver primero, la
enseñanza y luego las maneras de salir, es uno de los mecanismos mas
importantes pera madurar y permite el construir realmente una vida plena.
La vida misma construyo la vida de Silvio. Mas Silvio, al igual que
muchos de nosotros, podemos construir nuestras vidas, bajo nuestros propios
términos y así apropiarnos de nuestras propias vidas, valga el pleonasmo! Seamos
nosotros. Todo lo que necesitamos es actitud, deseos de trabajar constante e
inteligentemente, consientes de las consecuencias, construyendo, siempre
construyendo.
Haciendo memoria de una frase vieja pero terriblemente cierta, “la
corrupción somos todos”, en nuestro transito por la vida caemos en usar los
caminos fáciles y a veces promovemos o realizamos (consiente o
inconscientemente) acciones que perpetúan al sistema pervertido que mantiene un
régimen donde se construye para el poderoso y no para quien mantiene al sistema
mismo. Y lo peor del asunto, nuestros hijos, nuestros alumnos, aprenden con
nuestro ejemplo pues les “heredamos” muchas cosas, incluida nuestra visión de
la vida y como la vivimos.
Como para muchos, para mí la vida
es como un barco. Paulo Coelho de una manera muy bella, poética y pragmática a
la vez, describe un barco diciendo “Un barco esta a salvo en el muelle, pero no
es ese el propósito del barco”. Nuestra vida debe de ser vivida, y merece que
busquemos sea en nuestros términos, pues al menos seremos felices, realmente
felices.
Jorge
Macías-Sámano

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