Memorial Musical(Los compromisos serios de la
vida…)
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iajes, viajes. Si muchos. Y te dicen, te vas a cansar, todo cansa. Pero
creo que todavía no me canso. Pero como he aprendido, digo “todavía”, pues mas
adelante no se. Lo que más disfruto es viajar manejando. No hay nada como
disfrutar el paisaje, cada curva, cada tipo de vegetación, cada población, sus
artesanías y su comida, mmmm! Y el
disfrute es mayor con buena compañía y mucha música. Con la llegada de la digitalización,
adiós cajas de cassettes y CDs, bienvenidos los MP3 por cientos en un
dispositivo “chiquirín”. Como parte intrínseca de los viajes, me gusta hacer paradas
para comer o beber en puestos carreteros y callejeros, nunca en establecimientos
como restaurantes o fondas. Nuestro país es rico en comida callejera. Además
estos ubicuos comederos están en función desde las cuatro o cinco de la mañana
como los de tamales, atole, café y champurrados o hasta altas horas de la
madrugada como los benditos puestos de riquísima y variada diversidad de tacos
y fritangas. Estos sitios celestiales estimulan la inmunización del cuerpo (por
eso de exponerlo a nuevos microbios) y promueven el ejercicio de papilas
gustativas, algunas que desconocíamos, brindando un doble disfrute al asunto de
meramente ingerir energía.
Mi trabajo, como biólogo en ciernes, comenzó un año antes de que
terminara la carrera, creo. Y digo creo por que a medida que he ido escribiendo
recibo quejas, regaños y rechiflas de que me estoy haciendo viejo (así claman Nacho
y Humberto) y que no me acuerdo de esto o de aquello (mis “hermanitas”). Mi
mamá….no “Jorgito” hijo te fuiste a Estados Unidos cuando tenias 14 años y no
cuando tenias nueve, en ese entonces estabas en la primaria!! Jajajajaj. O
Laura, …. no chaparrín (antes era papi, “not anymore” me dice ella)
comenzábamos las serenatas a las doce de la noche no a las seis ….. Pero bueno,
sigamos. Yo entre a trabajar a Sanidad Forestal
(SARH) al tiempo que se escuchaba a Daniela Romo (mi amor platónico, que
cabellera!!) con la canción de ..… “tengo celos de tus ojos cuando miras a otra
chica tengo celos, celos”….. o con “De mi enamórate”. Mis ocho años en el gobierno fueron una experiencia
seminal en mi vida por más de una razón. Encontré profesionalmente mi "raison
d'être", razón de ser. Aprendí y fui testigo en primera fila de la
corrupción, pero también de reformas importantes que en buena parte terminaron
con ella. Vi el pago de derechos “chuecos” y de “martillos voladores”. En ese entonces los arboles a derribar
legalmente, debían ser marcados con martillos especiales y numerados, pero por
arte de magia el mismo martillo aparecía al mismo tiempo en Tancítaro, Michoacán
y en Iguala, Guerrero. Los martillos desaparecieron y las mesas de derechos también,
apareciendo la ventanilla única. Vi con gran agrado que muchos campesinos
descansaron del robo, a la par de que los bosques tuvieron un breve respiro en
su devastación constante. Pero pues solo fue un rato, hasta que aparecieron
nuevas maneras de ilegalidad y uno de los dichos mas perversos fue acuñado “el
que no tranza no avanza”, una verdad triste de Mexico y que vivimos a diario.
Manejando por la ciudad, sobre el periférico o el viaducto (mucho antes de que vendieran
refrescos, aromatizantes para carro o manitas para rascarse) recuerdo ir
disfrutando a todo volumen de “Con todos
menos conmigo” de Timbiriche cuando con Guayo y el Biólogo íbamos a la “subse”
(Subsecretaria Forestal), o trasportándonos Guille, Abraham y yo a alguna
reunión de la ABISARH (Asociación de Biólogos de la SARH). En esta parte de mi
vida “aparecieron” las parrandas, uufff demasiadas (perdón Laura! me pasé). La
burocracia es un “caldo de cultivo” para ello, no se por qué. Todos los de
Sanidad Forestal, el Chema, el Pirruris, el Bubulín, el Vampi, las secres y si,
hasta el Nacho, todos al son de las niñas de Flans y a todo volumen “Corre
corre por el boulevard”. Siempre terminando en el depa de Chabolla oyendo a
Pink Floyd o a Deep Purple con la épica Highway star!! Muchas reuniones y simposio.
Viajando siempre viajando, siempre manejando. Manejando hacia Durango a uno de Parasitología
Forestal con todos los cassettes de Neil Daimond al lado de David, Maru, Rebeca
y Campos. Un camino lleno de Chapingueros, música de estudiantina, “El
Andariego” y “Sabor a mi” de Álvaro Carrillo, la “Llorona Chapinguera”,
llegando a Tapachula, Chiapas. Mi camioneta oficial llena de herramientas y
muchachos tesistas y de servicio social. Mi querido profesor Raul Muñiz (a
quien debo mi amor y pasión formal por los bichos) llegando al Desierto de los Leones para ver porque
se estaban muriendo los árboles. Aun había musgo de bajo de los oyameles,
increíble, ¡¡pues ya no hay ni oyameles!! Y ahí, entre árboles, en puestos
hechos con solo tejamanil, siempre ocurría nuestra religiosa parada al final
del día con las güeras. Muchachas de ojo verde, campiranas, de esas con chapas
rojas de frío y con su puesto de quesadillas (sin duda las mejores de toda mi
tragona vida). Ellas me condecoraron con el apodo de “el de las quesadillas por
tiempo”, es decir, yo pedía quince minutos de las de requesón, luego otros 15 de
hongos con quesillo, luego seguían las de chicharrón y las de pancita y así, las
que cayeran en ese tiempo por el lapso de una hora y media. ¡¡¡Mmmm que vida!!!
Aun siento en mi lengua el sabor y textura del huitlacoche con epazote y granos
de elote; el olor acre del humo de los comales penetrando y dejando su aroma en
mi piel y ropa. Mucha música, muchos
kilómetros, mucha presencia de compañeros de trabajo, poca de amigos de verdad,
así como de Laura o de mi familia. Me alejaba de ellos. Como que todo lo que no
hice de adolescente salió. No quiero decir que estaba reprimido, ¿o si? Quizás,
pero solo por mi, por mi idiosincrasia. Pero como que me
<<destrampe>> y no me di
cuenta de cosas que después pague.
Por ese tiempo Laura y yo tomamos una de las mas grandes decisiones de nuestras
vidas, casarnos. Por todas las de la ley. Lo religioso con toda honestidad
acordamos que era solo por las mamás y ellas lo supieron. Para nosotros el
matrimonio es de dos, pero no negamos que la familia es parte básica y por ello
quisimos que la familia tuviera un peso en nuestra decisión. Se repartieron
solo 90 invitaciones. Novios puntuales, raro, incluso 15 minutos antes. Padrinos
tarde, muy tarde. Llegamos a la iglesia y había unas 40 personas. Entramos a
los acordes de la tradicional Marcha Triunfal de Aida, de Verdi . Por si no
saben, o no se han casado por la iglesia, uno entra como “caballo lechero” solo
viendo “pa’delante” y llega uno al altar y ya no voltea hasta que termina todo
y los novios van a salir. Pues bien, entramos y pasamos todo lo que teníamos
que pasar y cuando me preguntaron “acepta a la señorita Laura..” yo hasta me avente a decir “por supuesto”.
El padre que nos conocía, hasta se rio. De verdad, como decimos los chilangos
“por mi jefecita y la Lupita” que de verdad lo sentía y aun después de 27 años
lo siento. Siguió la ceremonia, el padre, se aventó una hora. Luego El Ave
Maria (Op. 23 no. 2) de Mendelssonhn, ya casi terminaba todo. Al final, cuando
nos damos la vuelta ya para salir “ay guey!”, perdón por la expresión pero queda muy ad hoc. ¿Que onda? Había mas de 200 personas ahí ¡!! Lo primero que
pensamos, donde las metemos y que les damos de comer? Y mientras caminábamos
hacia afuera a ser aporreados por puños de arroz, “Pompa y Circunstancia” de
Elgar sonaba fuerte en nuestros oídos y en nuestros corazones imprimía un nuevo
ritmo. La recepción fue en mi casa que tiene un patio común con las casas de un
tío y mis abuelos. La música fue espectacular pues mi cuñado Fernando se
encargo de ella y él, sin presumir, fue el encargado de instalar una de las
primeras discotecas en la ciudad. Así que imagínense, un “sonidazo” (todo en
carretes de cinta) y un súper equipo con toda la variedad de música que comenzó
desde las 5 PM y termino a las 5 AM, cuando esas casas eran un campo de
batalla. No hubo mucha comida, imposible, se “dieron lugar” 350 “invitados” en una recepción para solo ¡¡90 personas!!
Pero Don Jorge no sé que hizo pero botellas de alcohol y vino nunca hicieron falta,
¡¡el dios Baco campeo!! Los novios desaparecimos a eso de las tres; dormimos
por casi todo un día, comimos dos tortas cubanas gigantes con todo lo
reglamentario, incluidas rajas de chile jalapeño en vinagre y nos volvimos a
dormimos otras ocho horas mas, hasta el segundo día después de la pachanguita. Ese
día salíamos de “luna de miel-trabajo” al sureste de México.
Como son las cosas a veces. Laura había estado luchando para tener una
plaza en el IMSS como jefe de laboratorio clínico y cuando ya la tenia, casi al
mismo tiempo, yo le hice una propuesta que no pudo rehusar. Me gane una beca
por un año para estudiar una especialidad en Canada por parte de la OEA. Así que
en un día 22 de Agosto de 1989 (no, no crean que me acuerdo, es la memoria prodigiosa
de Laura) estábamos llegando a la ciudad de Vancouver y Phill Collins cantaba “Another day in paradise”.
Los siguientes ocho años, no uno, como lo determinaba la beca, pasaron de
manera intempestiva gracias a varias
becas, trabajos de todo tipo y el apoyo determinante e irrestricto de Laura. De
repente, ya teníamos enfrente dos bodoques (¡¡divinos y totalmente
mordisqueables!!), una Maestría y un Doctorado!!. En esos años, Gloria Estefan
se oía frecuentemente, tanto en ingles como en español en nuestro depa. Fiestas
muy internacionales eran frecuentes entre estudiantes con música de todo tipo,
muy ecléctico el asunto y ¿comidas? “Ultra-mega-super” diversas. Nos hicimos
“fans” de la japonesa y Carlos, ya a su año y medio nos salía caro, pues al
angelito le gusto el uni, que es la hueva del erizo. ¡Elegante el enano!
Jajajaja. El departamento durante el
día, mientras yo estudiaba era como una guardería de las Naciones Unidas. Laura
se daba la maña para atender, además de nuestros dos críos, a cinco o seis más,
según el día. Crí Crí campeaba con.…por la escalera tutiple, chan, chan, van las
canicas en tropel…., mezclado con canciones de Barney El Dinosaurio y la
insuperable Molly de “Comfy Couch”. Gracias a los padres de esos enanos
negritos, güeritos y aceitunados, teníamos un dinerito extra. Como si esto
fuera poco, Laura y la entonces futura comadre Elba bailaban bailes folclóricos
mexicanos todos los fines de semana y hacían presentaciones por doquier. Y aquí
cabe hacer un comentario interesante. Todos nosotros, o la mayoría, en la
primaria nos hacían (¡por no decir obligaban!) a aprender y a ejecutar algún
baile folklórico con su respectiva música. Por ello conocemos de esas cosas. Sin embargo casi
no las oímos hasta que la vida da vuelta y vemos a nuestros hijos hacerlo. Pero
existe, para mi, otro momento. Nada se compara con estar fuera del país y en
ocasiones especiales ver bailar y oír el “Son de la Negra” o el “Jarabe
Tapatío”. En mi caso con el grupo de Laura bailando. Se me enchinaba la piel,
las lagrimas salían sin pedir permiso y sin pensarlo ya estaba bailando ese
paso que la “Seño Tere” ¡me hacia repetir tantas veces en quinto grado! Y sentía
cuando veía que los “fríos” anglosajones dejaban de lado su recato e
indiferencia y de repente, sin poder evitarlo, comenzaban a “zapatear” y dar
uno que otro “grito”. ¿Pues que es esto? ¿Que es esta sensación? Nada es lo
mismo como estar lejos de tu patria y oír esa música. Todo entra de sopetón y
todo es Mexico, todo. Ese momento es sinceramente único y perdurara toda mi
vida.
De Canada, ya terminado mi posgrado, nuevamente convencía a Laura -creo
esa fue la ultima vez que lo he podido hacer- Jajajajaaja. La convencí de ir a vivir a
Chiapas y aceptar una plaza de investigador que me habían ofrecido en
Tapachula, en el ECOSUR. Como dicen “a la de sin susto” que me jalo a la
familia al sureste con solo una escala de una semana en la ciudad de Mexico.
Nos fuimos del primer mundo, con una vida donde todo funciona y a una
temperatura de 10 grados, a vivir al subdesarrollo económico, con una
temperatura de 36 grados y toda la música e idiosincrasia del trópico en una
ciudad alejada y pequeña. Ni que decir fue un “shock” para ellos. La música que
recuerdo es sin duda las de las “combis” que usábamos frecuentemente hasta que
adquirimos un vehículo y la que se oía en el mercado donde miles de olores y sabores
eran expuestos por mujeres de risa fácil y el “papito que vas a llevar” a flor
de labios. Un grupo musical llamado Azul insistentemente decía “seeensual, un
movimiento sexy, seensual, un movimiento muy sexy, booomba, booomba” y otra
pieza, por demás primitiva en su ritmo y letra, que tenían todos en la cabeza y
cuyo nombre del grupo desconozco pero decía así “el gato voladoooor, el gato
voladooooor”… hago como iguana, hago como mosquito…. Por diez años vivimos el
trópico, su ritmo y gente. Mientras yo desarrollaba un laboratorio y comenzaba
como investigador nacional y luego como director del posgrado, mi familia hizo
esfuerzos grandes por desarrollarse e integrarse a la sociedad local. Laura se
metió a estudiar lenguas en la universidad estatal con un plan de estudios
ejemplar, pero por cuestiones políticas se acabó y ella se salió. Con otros
padres de familia creamos, administramos y enseñamos en una escuela bilingüe
con un sistema educativo integral, esfuerzo de cuatro años y que fue insostenible
por cuestiones económicas e idiosincráticas. La canción de moda “El gusanito” esa que dice… “nadie me quiere,
todos me odian, mejor me como un gusanito”… cantada por El General sonaba en la
radio local. Y así, yo siempre metido en mi trabajo, con los “gusanitos” y para
variar viajando, viajando demasiado; mientras Laura con los hijos, con la casa
y enseñando en nuestra “escuelita”. Esta dinámica hizo que me distanciara yo
como pareja y como padre y se fueron creando tensiones familiares importantes.
El trabajo no es todo y menos el dinero. Yo comprendí que Laura y mis hijos son
lo más importante, así que al ritmo del “Meneaito”… el meneaito, el meneaito,
asi, asi, asi, asiiiii……… comenzaron los planes para emigrar a Canada.
Comenzando así un ajuste de cosas de pareja y buscando un mejor acercamiento
con Carlos y Gaby y por añadidura una mejor educación para ellos. El trópico
dejó una huella diferente en cada miembro de la familia. La mía la he expresado
en mi primer ensayo, Lo verde, lo rítmico, lo parsimonioso, lo
tropical.
La memoria musical. El escribirla fue toda una experiencia nueva para mí.
Una que trajo cosas inesperadas y memorias casi desaparecidas. Ellas fueron
apareciendo al oír cada nota o cada voz cantando historias o sentimientos. Fue como
una evaluación muy personal. Se sabe en donde esta uno, por que saber de donde
viene. Sin “querer queriendo” como decía el querido Chapulín Colorado, pase y reviví
la vida de mi familia, amigos y con ello, la mía misma. Fue un disfrute total,
único y que me ha generado dos cosas.
La primera una sed de aprender a escribir en español (¡si ríanse! Pues ya sé que lo necesito) y así
seguir escribiendo. Tengo cosas que decir y decirlas de una manera muy mía, es
decir con humor y con ¡comida! La segunda, es buscar en la primera oportunidad,
irme con los cuates a una cantina donde haya harta botana y donde nos toquen
“Paloma Negra”, “La Gema” y “El Rey”; luego salir a “echarnos” unos caldos de
panza con pata a la “La Pancita de Toñita” y recordar tiempos idos, personas y
situaciones que hacen la vida y que hacen lo que somos. Pero sobre todo gozar
la compañía de personas que forman parte de la historia de uno y que espero ellas
hayan disfrutado estos ensayos.
“No cabe duda que la vida son
sensaciones y vivencias, todo debe disfrutarse mientras se tiene.”
Jorge E. Macías Sámano

El soundtrack de la vida: la vida como parte de la música o la música como parte de la vida misma... la linea tenue de lo real y lo sentimental.
ResponderEliminarFelicidades Doc!! me gusto!