sábado, 15 de marzo de 2014

10 Minutos


10 minutos
No es karma, solo causa y efecto | María Elena Sánchez





Voy a escribir lo que venga a mi mente en los próximos 10 minutos, por el placer de dejar plasmado en algún lugar la maravilla que es el pensamiento.
Estamos viviendo una época asquerosa y maravillosa a la vez. Me voy a concentrar en lo asqueroso, no en un afán negativo sino por resaltar mi opinión sobre un aspecto que considero nefasto de la vida actual. Este tiempo, en el mundo occidental, nos incita y nos “premia” a vivir la vida a toda prisa. Si hacemos algo despacio, “estamos mal”. Todo tiene que ser rápido (y perfecto, por cierto). En ese sentido, creo que quienes se dejan llevar por esa corriente (y me incluyo la mayoría de las veces) nos perdemos de la maravilla de detenernos: detenernos a pensar, detenernos a observar, detenernos a disfrutar, ¡vaya, hasta detenernos a sufrir!. Y se reemplazan los libros por las películas, donde la mejor historia puede ser contada de principio a fin en 2 horas; se reemplaza una aguja, un hilo y un trozo de tela por una maravillosa bordadora que en un santiamén nos hace un bordado perfecto, reproducible sin error un sinfín de veces. Y aún estas máquinas son cada vez más veloces, las más caras dan más puntadas por minuto. ¡Corre! ¡No te detengas! ¡Hay que ir al paso con el ritmo actual! Bueno, ahora hasta a los muertos los incineran en vez de enterrarlos. Podemos tener las cenizas del difunto en 4 horas, ¡guau!
Me declaro totalmente en desacuerdo. La vida es única, irrepetible, irremplazable. Cada momento debería ser digno de apreciarse in extenso, tal pareciera que estamos eterna e incansablemente persiguiendo un futuro que, en cuanto se vuelve presente, deja de ser importante. “Lo importante tiene que ser el resultado, perfecto y vertiginoso”. No. Me niego. Cada vez me niego más, más a menudo, más contundentemente. Hay cosas que toman tiempo, simplemente, como el vino. Cada año toma exactamente un año, ni más ni menos, y no hay días que duren 5 minutos, aunque a veces lo quisiéramos así para acortar el sufrimiento de quienes padecen una enfermedad terrible o están injustamente presos. Pero no. Ante esa situación, creo que debemos y necesitamos reaprender a vivir al ritmo de la naturaleza, exactamente. Y tenemos que revalorar profundamente lo bueno que nos rodea. A mí no me van a ver llorar mirando la fotografía de mis padres ancianos arrepentida de no haberme concedido el tiempo de convivir más con ellos cuando vivían a 5 minutos de mi casa.

María Elena Sánchez, Ciudad de México

No hay comentarios:

Publicar un comentario