10 minutos
No es karma, solo causa y efecto | María Elena Sánchez
Voy a
escribir lo que venga a mi mente en los próximos 10 minutos, por el placer de
dejar plasmado en algún lugar la maravilla que es el pensamiento.
Estamos
viviendo una época asquerosa y maravillosa a la vez. Me voy a concentrar en lo asqueroso,
no en un afán negativo sino por resaltar mi opinión sobre un aspecto que
considero nefasto de la vida actual. Este tiempo, en el mundo occidental, nos
incita y nos “premia” a vivir la vida a toda prisa. Si hacemos algo despacio,
“estamos mal”. Todo tiene que ser rápido (y perfecto, por cierto). En ese
sentido, creo que quienes se dejan llevar por esa corriente (y me incluyo la
mayoría de las veces) nos perdemos de la maravilla de detenernos: detenernos a
pensar, detenernos a observar, detenernos a disfrutar, ¡vaya, hasta detenernos
a sufrir!. Y se reemplazan los libros por las películas, donde la mejor
historia puede ser contada de principio a fin en 2 horas; se reemplaza una
aguja, un hilo y un trozo de tela por una maravillosa bordadora que en un
santiamén nos hace un bordado perfecto, reproducible sin error un sinfín de
veces. Y aún estas máquinas son cada vez más veloces, las más caras dan más
puntadas por minuto. ¡Corre! ¡No te detengas! ¡Hay que ir al paso con el ritmo
actual! Bueno, ahora hasta a los muertos los incineran en vez de enterrarlos.
Podemos tener las cenizas del difunto en 4 horas, ¡guau!
Me
declaro totalmente en desacuerdo. La vida es única, irrepetible, irremplazable.
Cada momento debería ser digno de apreciarse in extenso, tal pareciera que
estamos eterna e incansablemente persiguiendo un futuro que, en cuanto se
vuelve presente, deja de ser importante. “Lo importante tiene que ser el
resultado, perfecto y vertiginoso”. No. Me niego. Cada vez me niego más, más a
menudo, más contundentemente. Hay cosas que toman tiempo, simplemente, como el
vino. Cada año toma exactamente un año, ni más ni menos, y no hay días que
duren 5 minutos, aunque a veces lo quisiéramos así para acortar el sufrimiento
de quienes padecen una enfermedad terrible o están injustamente presos. Pero
no. Ante esa situación, creo que debemos y necesitamos reaprender a vivir al
ritmo de la naturaleza, exactamente. Y tenemos que revalorar profundamente lo
bueno que nos rodea. A mí no me van a ver llorar mirando la fotografía de mis
padres ancianos arrepentida de no haberme concedido el tiempo de convivir más
con ellos cuando vivían a 5 minutos de mi casa.
María Elena Sánchez, Ciudad de México
No hay comentarios:
Publicar un comentario