Serie
“Ficción Biológica”
Ensayo
No.3
Los Seres Embebidos en la Matriz
Ahí estaba, latente. Casi no oía nada. Estaba dentro de una matriz que
lo mantenía cómodo, seguro y sin frio o calor.
Y llego el momento, nacería por primera vez. Salía de su cubierta y
podía sentir la matriz rodeándolo. Aunque como aprisionado, la matriz proveía
todo lo necesario para su vida, su primera vida. Una fuerza interna lo movía a
horadar la matriz y algo que nunca había sentido, lo hacía morderla. Una nueva
sensación - la de comer y digerir - lo hacía sentir diferente. Sin percibirlo
comenzaba a crecer a medida que iba consumiendo la matriz a su alrededor, creando
túneles con una dirección definida.
La matriz era bastante homogénea, fibrosa y en ciertos lugares contenía
secciones con un fuerte olor y sabor a resina.
El ser prefería no tocar estas secciones, se mantenía alejada de ellas.
Seguía con especial deleite la matriz que contenía entrelazadas en sus fibras,
una especie de red como plástica medio obscura con un sabor agradable y como
que era más fácil digerir.
Escuchaba muy cerca de él, ruidos como los que él hacía, y suponía que
eran sus hermanos, otros seres como él. Poco a poco se acostumbró a esos ruidos
y le hacían sentir en casa y seguro. Siguiendo una dirección tácita y
totalmente inherente a ellos, lo seres construían galerías individuales que corrían
paralelas unas a otras, prácticamente sin cruzarse. A pesar de ser una matriz
tridimensional, virtualmente las galerías no las desarrollaban ni hacia arriba
o hacia abajo, lo hacían solo en un plano. Probaban la matriz para reconocer que
estaban cavando muy arriba o muy abajo, de tal manera que si ingerían
materiales tóxicos o menos digeribles, ese hecho los hacia retomar la dirección
correcta.
Los seres no podían saber del día o de la noche, siempre estaban a
obscuras. Al margen de sus propios sonidos de alimentación y avance en la
construcción de sus túneles. Se habían acostumbrado a un cierto ritmo de
sonidos que se transmitían por la matriz, sonidos constantes como de líquidos
pasando a través de tuberías. En ocasiones eran muy fuertes y de repente se
acallaban. Con el tiempo, a medida que construían sus galerías más largas, esos
sonidos iban desapareciendo hasta ser inexistentes.
En otras ocasiones un nuevo sonido, fuerte, violento, se extendía por
las galerías. Una especie de taladro y serrucho entraba y se podía oír como uno
de los seres se sacudía fuertemente, para después solo relajarse y continuar
moviéndose, pero ahora un poco más lento. En seguida el resto de los seres podían
sentir que ya había otro ser, diferente, junto con uno de sus hermanos.
El tiempo transcurría y los seres crecían al igual que sus galerías. Cada
túnel contenía restos de los cambios de piel a medida que ellos crecían, además
de todo tipo de detritus que ellos generaban. Además las paredes estaban
tapizadas con densas masas de las fibras plásticas y obscuras con otras
similares de colores claros y medio verdosos. Por esas galerías ahora también
transitaban otros seres, pequeños y altamente móviles. Especies octópodas,
otras decenas de ciempiés, otros como pequeñas lombrices. La matriz ya no era
fibrosa, sino más bien granular en consistencia. Los túneles eran ya el hábitat
de otros organismos. El ser que los había construido ya no volvía atrás, ya no
regresaba a su inicio, solo iba adelante, siempre adelante elongando los
túneles.
El hermano en compañía del otro ser, pareciera que sus movimientos se
disminuían, y su túnel era muy diferente, medio torcido, ya no elongado, mas
aparentemente seguía vivo. El otro ser –con ruidos distintos y constantes- se
mantenía activo y creciendo.
Estaba por llegar el tiempo de la segunda vida de los seres embebidos en
la matriz. Ahora, casi al unísono, todos ellos sentían la urgencia de construir
una cavidad hacia arriba, si hacia la parte más “amarga” de la matriz. Y en
ella pasarían otra etapa de desarrollo, una que los haría muy distintos a cómo
eran dentro de las galerías. Sin saberlo, ellos se acercaban a los límites, a la
superficie de la matriz. Ahí, estarían a un paso de contactar otro mundo, otro
medio totalmente diferente y ajeno.
Afuera de la matriz, todo era luz y a veces ocurrían fuertes cambios de
temperatura y de humedad. De hecho,
según la época, podría haber agua o
hielo. Afuera de la matriz había muchos otros seres, muy diversos en hábitos,
tamaños y colores.
Los seres embebidos en la matriz tendrían que cambiar si querían
sobrevivir en este nuevo medio fuera de ella.
Así que en las cavidades formadas cerca de la superficie, se prepararon
para su última transformación. Sin saberlo, al estar construyéndolas habían introducido
microorganismos que les servirían de alimento una vez transformados y listos
para su segunda vida. Obedeciendo a una fuerza interna, pararon toda su
actividad, ya no se movían y poco a poco una piel nueva aparecía sobre sus
cuerpos. Esta cascara, guardaría y contendría las innumerables transformaciones
en las cuales todos los órganos existentes literalmente se licuarían y nuevos
serian formados.
Aunque el hermano acompañado del otro ser parecía aún vivo, si sus
hermanos lo pudieran sentir (mas no ver pues eran ciegos) se darían cuenta que
él era solo un saco que contenía ya al otro ser y que éste se preparaba también
a transformarse y prepararse para su segunda vida. Una segunda vida pero ya no
de parasito que era lo que había sido al consumir el cuerpo de uno de los seres
dentro de la matriz.
Así que cada uno en su celda final, los seres iguales y el ser
diferente, lenta y constantemente se transformaban. Por fin la metamorfosis
seria completa. Incluso, la matriz ya era muy diferente. Estaba habitada por miles de seres, de todos tipos.
Se había transformado en color, textura y comenzaba a quebrarse. Pronto se
convertiría solo en polvo, en tierra de la tierra.
Llegaba el día del segundo nacimiento de los seres embebidos en la
matriz. Los seres emergían, nacían de la corteza de un árbol. Muchas
sensaciones nuevas para ellos, la luz era preponderante y ahora tenían ojos,
podía ver. Luego el viento, la humedad, el calor, todo era como muy vibrante
debido a que tenían nuevos sentidos y sensibilidades para manejarse en el
ambiente al que salían. Todo era muy diferente a la matriz en donde habían
pasado su primera vida.
El ser dispar nacía antes que los otros. Con seis pares de patas y dos
pares de alas libres, era una avispa color azul metálico con abdomen rojo, que
ayudada de sus fuertes mandíbulas, se abría paso por el ultimo pedazo de matriz
reseca.
Poco después, los seres similares tomando energías de los microorganismos
depositados en sus cavidades, roían el resto de matriz y emergían de ella hacia
la luz. También eran hexápodos, pero de cuerpos muy robustos, obscuros, con
alas protegidas por otras más gruesas y mandíbulas anchas y duras. Ellos eran
escarabajos descortezadores, que se concentran en los árboles para colonizarlos
mediante la coordinación de sus ataques ayudados por compuestos químicos que
ellos mismos generaban.
Al sentirse libres, los seres tan
diferentes a cómo eran en su primer nacimiento, los embargaba una libertad común
y extrema. Sin querer ya volaban, volaban hacia la luz. Se alejaban de la
matriz que les había dado vida y protección. Sus instintos de reproducción los
guiaban. Se unía a sus similares para procrear y comenzar en la búsqueda de
otra matriz donde vivirían sus hijos, perpetuándose el ciclo de los seres
embebidos en la matriz, la matriz de un árbol.
Jorge E. Macías-Sámano
Vancouver, BC, Canadá
Mayo 2013

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