martes, 14 de mayo de 2013


Serie “Ficción Biológica”
Ensayo No.3

Los Seres Embebidos en la Matriz






Ahí estaba, latente. Casi no oía nada. Estaba dentro de una matriz que lo mantenía cómodo, seguro y sin frio o calor.

Y llego el momento, nacería por primera vez. Salía de su cubierta y podía sentir la matriz rodeándolo. Aunque como aprisionado, la matriz proveía todo lo necesario para su vida, su primera vida. Una fuerza interna lo movía a horadar la matriz y algo que nunca había sentido, lo hacía morderla. Una nueva sensación - la de comer y digerir - lo hacía sentir diferente. Sin percibirlo comenzaba a crecer a medida que iba consumiendo la matriz a su alrededor, creando túneles con una dirección definida.

La matriz era bastante homogénea, fibrosa y en ciertos lugares contenía secciones con un fuerte olor y sabor a resina.  El ser prefería no tocar estas secciones, se mantenía alejada de ellas. Seguía con especial deleite la matriz que contenía entrelazadas en sus fibras, una especie de red como plástica medio obscura con un sabor agradable y como que era más fácil digerir.
Escuchaba muy cerca de él, ruidos como los que él hacía, y suponía que eran sus hermanos, otros seres como él. Poco a poco se acostumbró a esos ruidos y le hacían sentir en casa y seguro. Siguiendo una dirección tácita y totalmente inherente a ellos, lo seres construían galerías individuales que corrían paralelas unas a otras, prácticamente sin cruzarse. A pesar de ser una matriz tridimensional, virtualmente las galerías no las desarrollaban ni hacia arriba o hacia abajo, lo hacían solo en un plano. Probaban la matriz para reconocer que estaban cavando muy arriba o muy abajo, de tal manera que si ingerían materiales tóxicos o menos digeribles, ese hecho los hacia retomar la dirección correcta.

Los seres no podían saber del día o de la noche, siempre estaban a obscuras. Al margen de sus propios sonidos de alimentación y avance en la construcción de sus túneles. Se habían acostumbrado a un cierto ritmo de sonidos que se transmitían por la matriz, sonidos constantes como de líquidos pasando a través de tuberías. En ocasiones eran muy fuertes y de repente se acallaban. Con el tiempo, a medida que construían sus galerías más largas, esos sonidos iban desapareciendo hasta ser inexistentes.

En otras ocasiones un nuevo sonido, fuerte, violento, se extendía por las galerías. Una especie de taladro y serrucho entraba y se podía oír como uno de los seres se sacudía fuertemente, para después solo relajarse y continuar moviéndose, pero ahora un poco más lento. En seguida el resto de los seres podían sentir que ya había otro ser, diferente, junto con uno de sus hermanos.
El tiempo transcurría y los seres crecían al igual que sus galerías. Cada túnel contenía restos de los cambios de piel a medida que ellos crecían, además de todo tipo de detritus que ellos generaban. Además las paredes estaban tapizadas con densas masas de las fibras plásticas y obscuras con otras similares de colores claros y medio verdosos. Por esas galerías ahora también transitaban otros seres, pequeños y altamente móviles. Especies octópodas, otras decenas de ciempiés, otros como pequeñas lombrices. La matriz ya no era fibrosa, sino más bien granular en consistencia. Los túneles eran ya el hábitat de otros organismos. El ser que los había construido ya no volvía atrás, ya no regresaba a su inicio, solo iba adelante, siempre adelante elongando los túneles.

El hermano en compañía del otro ser, pareciera que sus movimientos se disminuían, y su túnel era muy diferente, medio torcido, ya no elongado, mas aparentemente seguía vivo. El otro ser –con ruidos distintos y constantes- se mantenía activo y creciendo.

Estaba por llegar el tiempo de la segunda vida de los seres embebidos en la matriz. Ahora, casi al unísono, todos ellos sentían la urgencia de construir una cavidad hacia arriba, si hacia la parte más “amarga” de la matriz. Y en ella pasarían otra etapa de desarrollo, una que los haría muy distintos a cómo eran dentro de las galerías. Sin saberlo, ellos se acercaban a los límites, a la superficie de la matriz. Ahí, estarían a un paso de contactar otro mundo, otro medio totalmente diferente y ajeno.

Afuera de la matriz, todo era luz y  a veces ocurrían fuertes cambios de temperatura y de humedad.  De hecho, según la época,  podría haber agua o hielo. Afuera de la matriz había muchos otros seres, muy diversos en hábitos, tamaños y colores.

Los seres embebidos en la matriz tendrían que cambiar si querían sobrevivir en este nuevo medio fuera de ella.  Así que en las cavidades formadas cerca de la superficie, se prepararon para su última transformación. Sin saberlo, al estar construyéndolas habían introducido microorganismos que les servirían de alimento una vez transformados y listos para su segunda vida. Obedeciendo a una fuerza interna, pararon toda su actividad, ya no se movían y poco a poco una piel nueva aparecía sobre sus cuerpos. Esta cascara, guardaría y contendría las innumerables transformaciones en las cuales todos los órganos existentes literalmente se licuarían y nuevos serian formados.

Aunque el hermano acompañado del otro ser parecía aún vivo, si sus hermanos lo pudieran sentir (mas no ver pues eran ciegos) se darían cuenta que él era solo un saco que contenía ya al otro ser y que éste se preparaba también a transformarse y prepararse para su segunda vida. Una segunda vida pero ya no de parasito que era lo que había sido al consumir el cuerpo de uno de los seres dentro de la matriz.

Así que cada uno en su celda final, los seres iguales y el ser diferente, lenta y constantemente se transformaban. Por fin la metamorfosis seria completa. Incluso, la matriz ya era muy diferente. Estaba  habitada por miles de seres, de todos tipos. Se había transformado en color, textura y comenzaba a quebrarse. Pronto se convertiría solo en polvo, en tierra de la tierra.

Llegaba el día del segundo nacimiento de los seres embebidos en la matriz. Los seres emergían, nacían de la corteza de un árbol. Muchas sensaciones nuevas para ellos, la luz era preponderante y ahora tenían ojos, podía ver. Luego el viento, la humedad, el calor, todo era como muy vibrante debido a que tenían nuevos sentidos y sensibilidades para manejarse en el ambiente al que salían. Todo era muy diferente a la matriz en donde habían pasado su primera vida.

El ser dispar nacía antes que los otros. Con seis pares de patas y dos pares de alas libres, era una avispa color azul metálico con abdomen rojo, que ayudada de sus fuertes mandíbulas, se abría paso por el ultimo pedazo de matriz reseca.

Poco después, los seres similares  tomando energías de los microorganismos depositados en sus cavidades, roían el resto de matriz y emergían de ella hacia la luz. También eran hexápodos, pero de cuerpos muy robustos, obscuros, con alas protegidas por otras más gruesas y mandíbulas anchas y duras. Ellos eran escarabajos descortezadores, que se concentran en los árboles para colonizarlos mediante la coordinación de sus ataques ayudados por compuestos químicos que ellos mismos generaban.

 Al sentirse libres, los seres tan diferentes a cómo eran en su primer nacimiento, los embargaba una libertad común y extrema. Sin querer ya volaban, volaban hacia la luz. Se alejaban de la matriz que les había dado vida y protección. Sus instintos de reproducción los guiaban. Se unía a sus similares para procrear y comenzar en la búsqueda de otra matriz donde vivirían sus hijos, perpetuándose el ciclo de los seres embebidos en la matriz, la matriz de un árbol.
Jorge E. Macías-Sámano
Vancouver, BC, Canadá
Mayo 2013

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