Regresando a Ciudad Cero
No es karma, solo causa
y efecto…
│ Juan Carlos Navarro
<<La Causa>>
Ojos grisáceos, la tez blanquizca manchada por los
vestigios de las largas puestas ante los cielos bañados del sol mediterráneo…
Siempre referente de la condición de batalla por la justicia social y el
antiimperialismo, siempre en esos cuentos el combatía por las utópicas
igualdades de esta sociedad a veces carente de sentido y amor propio por la
misma condición, la humana… solía recorrer las cubiertas de esas embarcaciones
siempre pregonando el mismo fragmento de ese poderoso y sentido poema: “Este medio difuso, esta ira repentina,
estas imprevisibles y verdaderas ganas de llorar”…
Era Yáñez de Gomara…
La imaginación suele dar esos saltos anacrónicos y casi sin
sentido: De Yáñez de Gomara a Dylan… y de repente esa sensación en el pecho que
solamente en una ocasión había o sentido, un cambio se dejaba sentir en las
fosas nasales, esas llenas de esos bellos incómodos que de repente se suelen
quitar con dolores indescriptibles; eran los aromas de esperanza, de cambio de
una revolución, una revolución contextualizada desde todos los puntos de vista
que se quieran tener… entonces me tope con él, con ese mismo poema de proeza y
sentimiento lacrimal…
“Una Revolución,
Luego una Guerra. En aquellos dos años –que eran la quinta parte de toda una
vida- , ya había experimentado sensaciones distintas, imagine más tarde lo que
es la lucha en calidad de hombre. Pero como tal niño, la guerra para mí era tan
solo: suspensión de las clases escolares, Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos abandonados, hambre indefinible, sangre
descubierta en la tierra o en las losas de las calles […]”
No puedo estar en espera, estas manos no son aptas para
el combate bélico, mucho menos para tomar un arma y lastimar a un igual, pero… no por eso escudaré
esta espera en forma de apatía, los temores de arranque por un camino que aun
no es transitado son comunes, normales y hasta comprensibles, pero la
indiferencia jamás; el ver hundido al compañero en el fango mal oliente de la
sumisión y el control autoritario, por los medios de la ignorancia, no deben
presentar un estado de ventaja sobre ellos, ni mucho menos un arma represiva.
Es rebeldía disfrazada de coraje, es sublevación vestida de
gesta heroica, es el combate: no contra el hermano, ni el compañero; es el
combate contra el sistema, contra la desigualdad, contra la ignorancia, contra
la misma indiferencia, que recalcitra los ánimos y… que por lo menos a mi no me
tiene tranquilo… aunque… Aún soy un niño queriendo jugar al mártir…
“Un terror que
duraba, lo que el frágil rumor de los cristales después de la explosión, y el
casi incomprensible dolor de los
adultos, sus lagrimas, su miedo, su ira sofocada que por algún resquicio
entraban en mi alma para desvanecerse luego […]”
Pretendí ser creyente alguna vez de que este cambio
estaba muy, pero muy a la vuelta de la esquina; que en cualquiera de estos
callejones por los que me he vuelto consecuente transeúnte de esas medias
noches, últimamente envueltas de lluvias y gratas compañías, me toparía con él,
este cambio que pensé que la gente necesitaba y por la cual estarían dispuestas
a luchar mucho más que con garras y dientes… he estado equivocado… como casi
siempre, este cambio requiere una tenaz y verdadera fuerza de voluntad,
sacrificios, incluso al amor propio
Esta esquina esta cada vez más lejana de lo que yo
esperaba, seguimos en la somnolencia, seguimos siendo aquellos niños, los
cuales creían que la escuela era mala,
los niños que creemos las mentiras del adulto, los niños que dejamos de llorar
cuando se nos dan los estipendiados azucares de las golosinas y… la madurez
cuesta y tarda en adquirirse, solo son las vivencias y los golpes de la vida
los que nos llevan a esa posición de conciencia condicionada por el dolor, solo
así y a veces solo de esa forma adoptamos el espíritu de conciencia y altruismo
humano… Aun así seguimos en la pelea.
“Pronto, Ante uno
de los muchos prodigios cotidianos: el hallazgo de una bala caliente, el
incendio de un edificio próximo, los restos de un saqueo –papeles y retratos en
medio de la calle- … Todo pasó, todo es borroso ahora, todo menos eso que
percibía en aquel tiempo y que, años más tarde, resurgió en mi interior, ya
para siempre: […]”
Entonces… este olor, de dulce gusto estaba acá en las
narices y ahondándose por los conductos respiratorios; un poco de él yéndose
hacia el cerebro y mucho más de este precipitándose estrepitosamente por la
caja torácica e inflando el corazón desmedidamente de rabia combativa, de deseo
vehemente, de imaginación, de inspiración, de puños levantados al viento, de
ganas de equidad, del loco deseo de la revolución de la conciencia.
Nunca es tarde para retomar el curso, las cosas tienen
que ser cíclicas, suelo tener esos sueños en donde, nos despojamos de un sin
número de tapujos sociales y vivimos con la conciencia del bienestar
comunitario, tengo ese sueño de ver a mis hermanos, a los compañeros, a los
seres amados, vivir en un mundo un tanto menos lleno de esas falsedades que
enrarecen el aire y vivir con la mente abierta, de pensar libremente, de vivir
con la certeza de que este será un lugar mejor para las generaciones próximas …
vivo de un sueño… Y de pronto desperté…
El gordo libro sobre el pecho, el reproductor de música
ya apagado, el cuello maltrecho y el
brazo izquierdo dormido por haberse quedado debajo de la cabeza… con el último
suspiro posterior al letargo onírico termino de leer, el poema de Ángel
González…
<<El efecto>>
“Este
medio difuso, esta ira repentina, estas imprevisibles y verdaderas ganas de
llorar”
Párrafos en negritas del poema de Ángel González - Ciudad Cero

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